El pasado 22 de julio un hombre alto y corpulento desembarca en la isla de Utoya; Su nombre: Anders Behring Breivik. Eran las 16:07 de la tarde; 79 minutos más tarde había matado a 69 personas. Tenía para sí más de mil víctimas potenciales, todas indefensas. Él, un arma semi automática con la que cometió la matanza múltiple. Muy pronto, tras empezar a conocerse la tragedia, comenzaron a producirse llamadas a controlar la posesión de armas. Quien lo hace da muestra que no tiene la más mínima idea de cómo son las cosas, y que muertes como las de Noruega le son menos importantes que el esfuerzo de una mínima reflexión sobre el asunto.
En Noruega hay una legislación muy estricta para la posesión y la utilización de armas. Especialmente restrictiva es la normativa sobre el transporte de las armas, ya sea para llevarlas a cazar, a un recinto deportivo o a algún sitio para su reparación. El resultado es que, aunque casi un tercio de los noruegos posee armas, no se pueden llevar por la calle cargadas para la autodefensa, y de hecho, no se usan con tal fin. Breivik se disfrazó de policía para poder llevar su arma sin levantar sospechas. Y sabía que una vez en Utoya tendría a todas víctimas a su disposición, sin más escape que el agua, el agotamiento de la munición o la tardía llegada de la Policía.
No debería escapársele a ninguna inteligencia, por precaria que sea, que un hombre capaz de poner una bomba en el distrito gubernamental y de plantearse un asesinato múltiple no va a tener mayores reparos en saltarse una normativa de control de armas. Tampoco que quienes sí cumplen la normativa son los que harían un uso defensivo de ellas. "Cuando las armas están fuera de la ley, sólo los fuera de la ley tienen armas", como se ha dicho en repetidas ocasiones. Con que unos cuantos de las más de mil personas congregadas en Utoya portasen consigo armas para defenderse, habrían abatido al asesino mucho antes de que alcanzase el criminal recuento de aquel negro viernes.
En Estados Unidos, la mayoría de los crímenes múltiples se producen en donde hay un estricto control de armas o en "zonas libres de armas", como la Universidad Técnica de Virginia. Lo paradójico de estas regulaciones es que sólo son efectivas con la gente que cumple las leyes y no lo son con las personas para las que están ideadas. Es más, en un país donde hay una amplia libertad de armas, como los Estados Unidos, la práctica totalidad de los crímenes se cometen con armas ilegales. Estas 69 muertes deberían llevar a muchos a replantearse sus ideas.