Con Zapatero es imposible. Con él, ni siquiera las buenas noticias lo son al cien por cien. ZP acaba de anunciar elecciones generales para el 20 de noviembre próximo. Esa es la parte positiva porque supone evitar a la economía española los meses de parálisis y agonía que se habrían vivido si los comicios se hubiera celebrado en marzo de 2012, como era su intención. ¿Cuál es la parte negativa? Pues que ha elegido una fecha por razones electoralistas que deja empantanados y demorados innecesariamente todos los temas relacionados con la crisis fiscal española.
Puestos a adelantar las elecciones, puestos a anunciarlo este viernes, hubiera dado lo mismo que los comicios se celebraran a mediados de septiembre que a finales de noviembre. Es más, dada la evolución de la crisis española, cuanto antes se hubieran convocado, mucho mejor, porque también el nuevo Gobierno que salga de las urnas podría haber empezado antes a tomar las medidas que pide a gritos la gravedad de la situación. Sin embargo, Zapatero no lo ha hecho así y ha calculado muy bien la fecha. No nos llamemos a engaño; caso Faisán aparte, no es por casualidad que las próximas generales vayan a tener lugar el domingo siguiente a la publicación de la encuesta de población activa (EPA) del tercer trimestre del año, que recogerá el incremento estacional del empleo derivado de la época veraniega, el cual ZP y los socialistas van a tratar de venderlo como un cambio de tendencia. En definitiva, todo es estrategia de marketing para tratar de evitar como sea que el PSOE se lleve en las urnas el nuevo varapalo que vaticinan las encuestas.
El problema es que, al retrasar a noviembre lo que podría celebrarse en septiembre, se demora también en más de tres meses la aprobación de los presupuestos para 2012, en los que, evidentemente, hay que meter a saco la tijera para reducir el déficit. Y con un Gobierno ya en funciones, va a ser prácticamente imposible que se pueda alcanzar un acuerdo con las comunidades autónomas respecto a la parte que le corresponde a estas administraciones en el proceso de ajuste fiscal. Todo esto, además, tiene como telón de fondo el incremento constante de la prima de riesgo española ante las dudas crecientes acerca de la solvencia de nuestro país, sobre todo por culpa de las autonomías. Por ello, puestos a adelantar las elecciones y a anunciarlo este viernes, la convocatoria tendría que haber sido para septiembre, con el fin de empezar a tomar medidas de ajuste lo antes posible; pues no sabemos si los mercados se van a tranquilizar con la posibilidad de un cambio de Gobierno o si, por el contrario, van a ponerse más nerviosos ante la perspectiva de una nueva y larga demora en todo el proceso de ajuste fiscal. Porque si se ponen nerviosos, aquí van a llover los palos.