La risa y el chiste
La trampa inexorable del humor consiste en que el otro al que se refiere el chiste también capta instintivamente ese descrédito, ante lo cual tiene la opción de reírse a su vez o reaccionar de una forma que evidencia que el descrédito estaba bien fundado.
La risa puede ser un arma destructiva y arrolladora contra cualquier intento de manipulación. Para Freud, el chiste empieza por un camino aparentemente formal y dificultoso, pero acaba en algo evidente y directo, de modo que la "energía psíquica" que se presumía pero que no se ha utilizado se descarga en forma de risa.
Sí pero no. El humor más primitivo es el de aquel señor que se resbala con un plátano y un maleducado o un niño lo ve y se "parte" con una risa estruendosa mientras señala con el dedo. La risa tiene como finalidad más básica y primitiva el señalar a los demás la evidencia de la inferioridad de otro. Esa intención ineducada e inconsciente de "machacar" se puede observar cuando, con una falsa educación, se intenta "vacilar" a alguien, a menudo de una forma agresiva. El límite de la risa y por tanto de ese intento de desprestigio está en la cercanía y la compasión. No es lo mismo que se caiga el tío Antonio, al que tanto queremos, que se caiga Chaplin en la tele.
Ahora bien, desacreditar a alguien también significa "no es una amenaza". De esta forma, el humor como herramienta ofensiva pasa a ser una herramienta de socialización. Haciendo bromas a costa de uno mismo se puede "romper el hielo" y ser aceptado por los demás, de manera que el humor sirve para deshacer las tensiones, lo cual es vital para la comunicación.
El que es capaz de "desacreditarse" riéndose de sí mismo, en el fondo está demostrando su confiabilidad. Reírse de problemas futuros puede indicar que uno va "sobrado" (o al menos que quiere aparentarlo). El contagio de la risa significa inconscientemente "yo también participo para no sentirme segregado", y la risa nerviosa podría ser un reflejo para aparentar no sentirse intimidado.
Pero la risa sobre todo sirve para reforzar la unión del grupo desprestigiando a terceros, sean reales o ficticios. En el chiste, el "otro" se representa con toda su ceremoniosidad, pero al final cae en defectos conocidos. Pero el "golpe" que produce risa no es el efecto de un proceso consciente, sino automático e inconsciente. La risa sincera es la piedra de toque de la cruel realidad y refleja lo que más íntimamente creemos los humanos que puede desprestigiar a alguien por encima de la corrección política, como el señor que resbala con el plátano o el señor engañado por su señora...
La trampa inexorable del humor consiste en que el "otro" al que se refiere el chiste también capta instintivamente ese descrédito, ante lo cual tiene la opción de reírse a su vez o reaccionar de una forma que evidencia que el descrédito estaba bien fundado. Por eso, la risa no es cosa de personas manipuladoras ni reprimidas por la corrección política. En ese caso, no ocurre la risa espontánea sino una risa forzada que muestra la conformidad con la agresión, esta vez, sin ninguna gracia.
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