Un orate que se dice fundamentalista luterano, otro habitual de esas zahúrdas de internet tan caras a fanáticos e iluminados de cualquier pelaje, pasa a la acción y da en asesinar a más de noventa personas, gentes a las que de nada conocía. Un loco que piensa como un loco y siente como un loco, acaba actuando como un loco y cometiendo una gran locura. Hasta ahí, en muy precisa síntesis, lo acontecido en Noruega. Y si acaso procediese añadir apostilla alguna a la desnuda evidencia de los hechos, ésa sería recordar que el Mal existe. Que siempre ha existido. Y que siempre existirá porque forma parte indisociable del mísero barro con que fue moldeada la condición humana. Cualquier otra consideración resultaría ociosa.
Sin duda, eso es lo que hubiera ocurrido en otros tiempos, cuando los que escribían en los papeles solían haber frecuentado a Dostoievski y sus demonios. Pero parece que el Millennium del tal Larsson ya es a lo máximo que llegamos ahora. Si es que llegamos. Y solo los que van para nota devienen capaces de tirar, a lo sumo, de Henning Mankell. Así el patio, a nadie debieran extrañar los sesudos análisis de bombero que en España ha suscitado el proceder de ese perturbado. Empezando por las cábalas de los conspiranoicos de guardia, tropa a la que ha faltado tiempo para entrever la larga mano de "grupos nazis" tras el crimen.
Será que Larsson olvidó explicar en su trilogía que el nazismo fue un movimiento neopagano, asunto en verdad difícil de conciliar con las enseñanzas de cierto judío de Nazaret. Y siguiendo por la legión de peritos en advertir la paja en el ojo ajeno. Tan alarmados ellos ante la "eclosión" de los ultranacionalistas en los países nórdicos. Como si en Italia no gobernaran los herederos de Mussolini junto a los xenófobos de la Liga Norte; en Francia no existiera el Frente Nacional; o delante de sus narices, en Guipúzcoa, no mandasen las falanges de Batasuna. Por no hablar, en fin, de los sociólogos de baratillo y sus sesudas cuitas a cuenta de "patologías sociales" y otras hierbas retóricas. Obsesionados todos en buscar razones a la sinrazón. Empecinados en ignorar que vivimos bajo el mismo sol que la locura. Simplemente.