Colabora
Adolfo D. Lozano

Beber mucha agua no es saludable

Como tantas otras cosas, es beneficiosa en una determinada dosis, en este caso inferior al que muchos gurús y agentes de publicidad alimentaria predican

¿Quién no cree que debemos beber mucha agua, esto es, no menos de dos litros diarios? Dicha creencia está tan extendida que incluso parece políticamente incorrecto asumir en público que uno no bebe demasiada agua. Hace poco, el British Medical Journal publicaba un artículo firmado por la Dra Margaret McCartney que venía a desacreditar dicha creencia popular. Como bien remarcaba la autora, esta idea es machacada por doquier, especialmente –¡qué extraño!- por la industria de aguas minerales, aunque también respaldada por múltiples organismos oficiales y un sinfín de médicos y especialistas. Examinemos críticamente la cuestión.

No es falso que en promedio una persona necesita restaurarunos dos litros diarios de agua perdida a través de la piel, la orina y el sudor. Un primer error es asumir que para ello es necesario consumirla a través del agua que sale del grifo o que contiene una botella. Un huevo tiene un 75% aproximadamente de agua y el pepino tiene más de un 95%. Los procesos metabólicos del cuerpo también generan agua.

Otra idea extendida sobre el agua es la de coadyuvante para controlar el peso. Así, se suele recomendar beber uno y hasta dos vasos de agua antes de las comidas principales. Apuesto a que todos hemos leído esto alguna vez. Es probable que esto temporalmente nos sacie, pero de lo que no hay duda es que beber tanta agua antes de comer reducirá nuestro ácido clorhídrico en el estómago. Esto dificultará nuestra digestión, y serán esperables problemas como reflujo o acidez. Las estadísticas apuntan a que hoy bebemos más agua que antaño, y sin embargo no pesamos menos.

Más tonterías comunes: decir que no hay que esperar a tener sed, pues la sed indica que ya estás deshidratado. Como bien dice el Dr Mark Dedomenico, "puedes sentir incrementos significativos de sed sin que eso signifique cambios extremos de concentración de fluidos corporales". Poniéndonos técnicos, se puede definir deshidratación como una concentración superior al 5% en sangre de sustancias como sodio, urea o glucosa (sustancias disueltas en agua; y su medición se denomina osmolaridad), sin embargo ya a partir de un 2% es esperable tener una apreciable sed.

Conviene recordar que el agua puede llegar a ser tóxica. Un exceso de agua puede causar hiponatremia (lo cual significa una falta de sodio o potasio), lo cual puede conducir incluso a la muerte. ¿Te habías preguntado por qué por ejemplo los entrenadores de los ciclistas temen tanto que éstos durante la competición beban sólo agua, y por qué en el deporte se usan tantas aguas enriquecidas con electrolitos o sales minerales? He ahí la respuesta.

Los más adeptos de esta absurda religión de bebe cuanta agua puedas parecen entusiasmados de ir constantemente al baño a orinar. Por supuesto, porque ello es indicativo de que cumplen con su doctrina. No se han parado a pensar que de ese modo pueden estar eliminando minerales tan importantes como magnesio, calcio o potasio.

Por último, un mito que me encanta –y que le encanta recrear a la industria de aguas minerales–: la idea de que hay que beber no menos de dos litros de agua para mantener la piel hidratada. Pero no conozco a nadie que haya podido abandonar su crema hidratante bebiendo agua.

En términos generales, necesitaremos beber algo más de agua en climas cálidos y secos, si hacemos deporte o durante la lactancia. Y debemos hacerlo cuando tengamos sed. El agua es esencial, no pretendo decir lo contrario. Pero como tantas otras cosas, es beneficiosa en una determinada dosis, en este caso inferior al que muchos gurús y agentes de publicidad alimentaria predican. Francamente a veces el mundo de la nutrición parece una auténtica conjura de necios. Cuando aplicamos el sentido común (creer por ejemplo que la clave contra el sobrepeso reside en reducir calorías y aumentar ejercicio, o simplemente ‘comer un poco de todo’), no decimos más que sinsentidos, mientras que cuando precisamente deberíamos aplicarlo (beber sólo cuando tengamos sed), el sentido común acaba siendo el menos común de los sentidos.

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