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Pedro de Tena

España no es una democracia

Vivimos en un país que lo aguanta todo de este régimen forjado en la transición y que será lo que se quiera menos una democracia real y cabal.

Muchos se escandalizarán con esta afirmación, pero es sólida y terrible. España no es, no puede ser una democracia porque en una democracia que se precie no pueden ocurrir las mil y una infamias, las mil y una desvergüenzas o las mil y una corruptelas que tienen lugar continuamente. Infamias se han cometido, por poner tres ejemplos reconocibles con las víctimas del terrorismo, con la familia de Marta del Castillo y con la familia de Sandra Palo. Los canallas que cometieron estos crímens han obtenido un trato mucho más dulce por parte del Estado que sus víctimas y los familiares de éstas. Y no ha pasado nada. Nosotros, cada uno de nosotros, traga y traga acojonados por una comunicación organizada para defender lo indefendible o, más sibilinamente, para infectar de dudas la conciencia ciudadana.

Las mil y una desverguënzas que hemos conocido desde 1979 sin reacciones notables de reforma política ni judicial tienen que habernos tatuado una impronta pasota en el alma. Desde el "Flick y el Flock" del señor González, recuerden sí, recuerden, que la memoria es una de las bases de la libertad y del aprendizaje, hasta los grandes casos de corrupción del felipismo tardío, las desvergüenzas han sido variadas. Y luego muchas otras, pero permítanme subrayar la del señor Chaves González, el vicepresidente tercero del gobierno Zapatero, y de sus dos hijos. Afortunadamente sólo tiene dos. Y encima saca pecho y ataca y descalifica a los demás. Subvención de 10 millones a la empresa de la hija y bendición fructífera para la profesión de comisionista de su hijo con empresas y personas vinculadas a la Junta de Andalucía. No con su dinero, que sólo dijo tener ahorrados 3.000 euros –desvergüenza por sí misma–, sino con el nuestro, con el de todos. Y, en fin, lo de Bono, lo de Ruiz Mateos, lo de Castilla-La Mancha y tantas otras cosas inexplicables.

Pero el caso en que la corrupción envenena la misma esencia del Estado de Derecho, que eso es en síntesis una democracia, es el caso Rubalcaba. ¿Cómo puede un PSOE que no haya enloquecido presentar como candidato de la regeneración a un ministro del Interior que ve cómo la cúpula de su ministerio está siendo procesada por diversos delitos? ¿Cómo puede el señor Rubalcaba someter a su partido y al país a esta villanía más propia de tiranos corruptos como Chávez o los Castro que de democracias transparentes? Pase su complicidad con quien ha arruinado al país en pocos años. Pase sus antiguas complicidades, tanto educativas como policiales. Pero, ¿hay algo más medularmente corrupto que lo que está haciendo el señor Rubalcaba?

Vivimos en un país que lo aguanta todo de este régimen forjado en la transición y que será lo que se quiera menos una democracia real y cabal.

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