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Jorge Vilches

Estamos en 1996

El mapa azul tras las elecciones de mayo es el anuncio de que esto se acaba y que se avecina un cambio como en 1996.

Salvo para los rubalcabianos, es evidente que asistimos al final de un ciclo. La situación económica, política y social que se vive desde 2008 es similar, nunca igual, a la que ya vivimos entre 1993 y 1996. En esos años sí existía una verdadera indignación, provocada por el hedor a corrupción y la crisis. Los sumarios abiertos por casos de corrupción, espionaje, terrorismo de Estado y enriquecimiento ilícito con los bienes públicos de los últimos años del felipismo llegaron a ser 18; entre ellos, los casos GAL, Lasa y Zabala, Roldán, Cesid, Mariano Rubio, Ibercorp, Filesa, BOE, Renfe, PSV o Juan Guerra. A esto se unió la grave crisis económica de 1992 y 1993, que devolvió el paro al 22%, y que aunque empezó a revertir en 1995 por empuje europeo, era insuficiente para cumplir las condiciones del Tratado de Maastricht.

Desde las elecciones generales de 1993 hasta las de 1996, el PSOE se fue desinflando en las urnas. El PP ganó la mayoría absoluta en Galicia y el PSOE la perdió en Andalucía. Los populares ganaron las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 1994, su primer triunfo a nivel nacional, con el 40,2% de los votos frente al 30,7% de los socialistas. Fue un duro golpe para los socialistas porque no se votó en clave europea, sino española. En mayo de 1995 se celebraron elecciones autonómicas en trece comunidades y las pertinentes municipales. El cambio se estaba anunciando. El PP ganó en diez autonomías, logró el 35,3% de los votos, y fue el más votado en 41 de las 52 capitales de provincias; mientras que el PSOE obtuvo el 25,3%, y tan sólo ganó en cuatro ciudades.

Ahora, en 2011, estamos en una situación similar. Soportamos ese hedor a corrupción que deja el caso Faisán y el que se avecina con los informes y las auditorias que se van a llevar a cabo en las Comunidades Autónomas y ciudades antes gobernadas por el PSOE. Aunque, ahora bien, en algunos lugares el PP tampoco es quién para tirar la primera piedra. La crisis económica es peor que la de 1992, y la situación interna del PSOE es aún más calamitosa que la que dejó Felipe González. Zapatero no ha conseguido atraer a una nueva generación de socialistas capaces de generar un proyecto nuevo, ilusión o confianza –Camacho, Pajín, Aído o Chacón no son precisamente pilares sobre los que refundar un partido–, y ha vaciado de contenido ideológico al PSOE, llenándolo en su lugar de fantasmas guerracivilistas, internacionalismo tercermundista, feminismos trasnochados y ecologismos vacuos. La imposición de Rubalcaba como candidato a las elecciones es una muestra del agotamiento socialista.

El mapa azul tras las elecciones de mayo es el anuncio de que esto se acaba y que se avecina un cambio como en 1996. Pero atención, la campaña electoral de ese año fue una de las más duras de la democracia española. Los socialistas sacaron los anuncios del dóberman, resucitaron el "No pasarán" y la Guerra Civil, e incluso vincularon al PP y la política liberal con Franco –¿Habrían leído a Pío Moa avant la lettre?–. Atención, porque es probable que asistamos al mismo espectáculo lamentable.

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