Enumero. La presidenta de Òmnium Cultural, Muriel Casals, ha denunciado en TV3 que los padres que solicitan enseñanza en lengua materna "están maltratando a sus propios hijos, les están usando y están abusando de ellos".
Patricia Gabancho, argentina que vive del negocio nacional, arremetía unos días antes contra una de las 500 madres que han pedido enseñanza en bilingüe, acusándola de encabezar "una (...) cruzada contra la lengua catalana" y le recordaba que "Alicia no tiene derecho a escolarizar a su hijo en castellano porque la inmersión lingüística es un bien superior". Casualmente, era la presidenta del PP.
El sábado pasado, en la manifestación independentista que conmemoraba el rechazo al TC por la sentencia del Estatuto, se corearon consignas a favor del grupo terrorista Terra Lliure, aunque incluso en la crónica de El Mundo de Barcelona, firmada por Daniel Sastre, se obviara la evidencia. Ni esos gritos a favor de la violencia, ni las proclamas a favor de la insumisión fiscal de Ómnium cultural en su 50 aniversario, impidieron que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, declarase: "Es bueno que crezca el independentismo (...) El avance nacional de Cataluña y el derecho a decidir del pueblo de Cataluña no es una obra para impacientes, es una obra para perseverantes". Su portavoz en el Gobierno, Francesc Oms, y el hijísimo, Oriol Pujol, le hacen el coro y se apresuran a recoger el guante de la insumisión fiscal como si no tuvieran responsabilidades de Estado. Es el mundo feliz e irresponsable de una generación de niños de papá, que son a la vez dueños de la fábrica y hippies.
La sensación de impunidad está tan generalizada que la crítica política no se distingue ya del insulto chabacano. López Tena, ex vocal del Consejo General del Poder Judicial de España y actual diputado por SI, sin bozal, largó: "Cataluña está siendo esquilmada y saqueada por España. [...] Yo entiendo muy bien que ustedes como españoles vivan de eso. [...] En España ustedes lo estudian poco [el déficit fiscal] porque, claro, los ladrones nunca quieren que se sepa lo que roban".
Con ese seny nacionalista que Félix de Azúa denominó pedagogía del odio, Marta Ferrusola, la esposísima de Pujol, acepta el dinero que el Barça recibe de Catar, pero desprecia el de España.
En medio de tanto desplante, el ministro de Educación de España, Ángel Gabilondo, viene a TV3 para hacerles la pelota como un vulgar soplagaitas. En lugar de exigir a la Generalitat que cumpla las sentencias del TS que la obligan a respetar el bilingüismo escolar, apoya el modelo de inmersión obligatoria del Gobierno nacionalista. En el colmo de la sumisión, pasea su ignorancia al confundir estudiar en castellano con rechazar el catalán. Sr. ministro, preferir estudiar en una lengua no implica dejar desatendida otra. Una cosa es la lengua docente en que adquieres conocimientos y otra distinta aprender tal o cual lengua como una asignatura más. Con este ministro de Cultura, ¿para qué enemigos?
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