María Dolores de Cospedal se queja de que Castilla-La Mancha está en bancarrota. En principio, la queja está más que justificada, es necesaria para que nadie se llame a engaño; incluso creo que es buenísimo quejarse de los engaños de los socialistas, si ello va acompañado de una pedagogía política rigurosa y estricta, o sea, a la queja y a la crítica tiene que seguirle el diagnóstico preciso y la solución imaginativa.
La presidenta de la región castellano-manchega tiene, sin duda alguna, la obligación moral de explicar todos los pufos de los socialistas, detenerse en el detalle de los gastos suntuosos y sinsentidos de Bono y Barreda, y, por supuesto, es perfectamente comprensible para sus electores que la señora de Cospedal juré en hebreo por el estado lamentable de las cuentas que le han dejado los socialistas. Pero todo eso, no se engañen los peperos, tiene un límite. Más aún, el trayecto de la queja en política, es decir, lamentarse del estado caótico en el que han dejado las cuentas los socialistas, es muy corto.
De hecho, ya son miles los ciudadanos que empiezan a decir que, precisamente, por eso han votado al PP. Los votantes no son ingenuos. Le han dado la mayoría al PP, porque ya intuían ese tipo de cosas. ¿Quién sería el ingenuo de pensar que, después de casi treinta años en el gobierno regional, los socialistas iban a dejar limpia la comunidad? Nadie, excepto la señora de Cospedal, por los aspavientos que está haciendo, pensaría bien de las cuentas que los socialistas. Lo normal es que hayan dejado la caja vacía y con teleraña.
Así las cosas, debería dejarse ya de lamentos la señora de Cospedal, y hacer un poco más de política. Para empezar debería ser un poco más rápida a la hora de contarnos su diagnóstico del estado de la comunidad y, sobre todo, darnos unas cuantas soluciones al margen de emitir deuda pública. Y sobre todo, insisto, debería hacer más política. No se esconda en su despacho. Salga y dialogue con todos los ciudadanos y todos los agentes sociales que se lo pidan. Saque también a sus consejeros a la calle. No sean cobardes; y, por supuesto, si no tienen dinero ni soluciones, intenten buscarlas en el foro público.
No estoy hablando en abstracto, sino conociendo muy bien algunos problemas concretos que tienen que abordar ya, si no quieren que muchos colectivos sociales, que les han votado el 22-M, se queden en casa en las generales. Por ejemplo, el colectivo de farmacéuticos de Castilla-La Mancha lleva no sé cuánto tiempo sin cobrar las recetas de la Seguridad Social, pero, a pesar de pedir insistentemente una reunión con la presidenta o con el consejero de Sanidad, nadie les contesta ni nadie les recibe. Nadie dice nada. Independientemente de la gravedad de este problema, e independientemente de que nadie acusará a este Ejecutivo de un problema creado por la anterior administración, los farmacéuticos castellano-manchegos tienen todo el derecho del mundo a quejarse de que tampoco la nueva administración del PP quiere oír hablar de sus problemas.
O sea, o el PP se "arremanga" y debate todos y cada uno de los problemas que encuentre a su paso o estará dando tiempo y, seguramente, votos al candidato Rubalcaba.