Lo ha dicho Alfredo Pérez Rubalcaba en su discurso de este sábado. "Ha llegado el momento de rectificar algunas decisiones tomadas en los últimos años". Es la idea que ha querido transmitir el, a esta hora, ministro del Interior, y candidato socialista a perder las elecciones, en sus palabras ante sus compañeros de partido y ante la nación. Él no podría plantearse la posibilidad de evitar una mayoría absoluta de Mariano Rajoy sin zafarse del fardo de Rodríguez Zapatero y presentarse a sí mismo como algo nuevo e ilusionante. Y sólo un discurso de izquierdas puede ilusionar a sus potenciales votantes lo suficiente como para recuperarlos, aunque sea parcialmente.
Es el momento de rectificar la rectificación, la que imprimió Zapatero súbitamente, obligado por unas circunstancias que no comprendía, el 12 de mayo de 2010. Entonces Zapatero tuvo que dejar de subvenir causas inanes y repartir beneficios y ayudas para empezar a hablar de recortes, de prima de riesgo, deuda y demás términos incómodos para un demagogo desaforado como es él. Esa es la rectificación, el discurso, las palabras, las promesas. Lo que propone Rubalcaba es la vuelta al engaño socialista, a la promesa de que se puede obtener más con menos esfuerzo, a la pretensión de que el mundo no es como es sino como queremos que sea, al señuelo de los ricos y los pobres.
No tiene, de veras, un plan económico, sino un conjunto de guiños a la izquierda en materia económica. Todo para cautivar al movimiento más activo dentro de la izquierda, que es ese conjunto pretendidamente antisistema que llamamos 15-M. Es decir, que lo que hay detrás de Rubalcaba no es un conjunto de ideas para sacar al país adelante, sino una estrategia para retener el poder. Rubalcaba en estado químicamente puro.
Seguramente su fingida novedad, la ilusoria ilusión de su candidatura y el pretendido giro a la izquierda, como si la realidad le fuera a permitir hacer nada de lo que dice, sea lo más a propósito para acercarse a sus objetivos electorales. Pero no podrá escapar al reproche de que su rectificación es, en verdad, una vuelta al Zapaterismo. Prueba de ello es que lo más que ha propuesto para luchar contra el empleo es financiar un nuevo Plan E con un impuesto añadido sobre los beneficios de la banca. Como si no hubiera habido ya dos planes de ese estilo bajo el Gobierno Zapatero; ambos, por cierto, finados con un absoluto fracaso.
La mirada al futuro de Rubalcaba es, y sólo puede ser, una mirada al pasado. Un pasado, además, que en su caso está plagado de cadáveres. Ha llegado el momento de rectificar, sí, y de mandar a los socialistas a la oposición. El PSOE necesita replantearse su futuro, su papel en la sociedad española. Pero no lo hará de la mano de Rubalcaba.