La versión oficial del 11-M, ésa que presuntamente resuelve todas las incógnitas del mayor atentado terrorista de nuestra historia, se construyó sobre tres elementos: el Skoda Fabia, la furgoneta Renault Kangoo y la mochila de Vallecas. El primero de ellos tenía tan poca base que incluso el instructor juez del Olmo decidió prescindir de ella; sobre el segundo pesan muy serias sospechas de que sea una prueba falsa; y en cuanto a la tercera, por si no se hallara lo suficientemente desacreditada hasta el momento, las últimas revelaciones han terminado por enterrarla.
La famosa mochila de Vallecas, que sirvió de base para inferir el contenido del resto de mochilas que sí explotaron en los trenes, estaba formada básicamente por tres componentes: metralla, un teléfono móvil y explosivo. Del explosivo hay poco que añadir, pues ya hemos constatado en numerosas ocasiones que resulta altamente improbable que lo que explotara en los trenes que fuera Goma 2 ECO. La metralla, por su parte, ya sabíamos que era un elemento que chirriaba sobremanera, pues no se encontraron restos de la misma en ninguna de las víctimas del 11-M.
Ayer, gracias a las declaraciones de uno de los Tedax ante la juez Coro Cillán, conocimos nuevos datos que todavía dejan en peor posición este vestigio. Para empezar, el declarante ha manifestado que el jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, lo apartó de la investigación después de que se negara a alterar su informe pericial en el que afirmaba que los tornillos de la mochila de Vallecas no tenían nada que ver con los recogidos por los funcionarios judiciales en Mina Conchita o con los encontrados en el foco de explosión de los trenes. Asimismo, hemos conocido que el teléfono Movistar de la mochila probablemente no fuera liberado, tal como afirma la versión oficial, pues no funcionó con una tarjeta prepago Vodafone pero sí con una Movistar.
En definitiva, las declaraciones del Tedax no sólo ponen de relieve el extraño interés de Sánchez Manzano por que el contenido de la mochila de Vallecas se adaptara a una particular teoría preconcebida, sino que arrojan nuevas y serias dudas sobre la principal prueba que condujo el propio 12 de marzo a Zougam y, de ahí, a todas las turbas populares que acusaron al Gobierno popular de estar manipulando lo que a todas luces era un atentado islamista en represalia por la guerra de Irak.
Al final, se produjo el cambio de Gobierno al grito de "queremos saber la verdad", pero no hemos quedado sin la verdad. Lo único que parece evidente hasta el momento es que ha habido personajes dedicados a falsificar pruebas y a desviar el foco de la investigación para provocar un giro político copernicano. Si todavía alguien sigue creyéndose una versión oficial que sólo ha servido para obstaculizar el esclarecimiento de los hechos, va siendo hora de que, tras estas nuevas evidencias, vuelva a preocuparse por saber la verdad.