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Enrique Fojon

Los ecos de una guerra lejana

Nuestros soldados no son objeto de "atentados", participan en combates, en el caso de Afganistán ante un adversario duro, tenaz, valeroso, imaginativo y despiadado, que lucha en su tierra.

El 30 de junio cesó en su cargo el secretario de Defensa de los Estados Unidos Robert M. Gates. Su mensaje de despedida a las Fuerzas Armadas debe servir de referencia para realizar algunas reflexiones.

Gates reconoce que, como su jefe durante cuatro años, les ha liderado en dos guerras y en un sinnúmero de operaciones; a continuación, se dirige a los militares y a sus familias para agradecerles el tiempo difícil de las largas separaciones, la pérdida de seres queridos y las "heridas visibles e invisibles". Pero, sostiene, el sacrificio ha merecido la pena porque han conseguido la seguridad de los Estados Unidos.

Es la constatación de una realidad. Gates, el político, es consciente de que ha dirigido guerras y de que los efectos de ellas en los militares merecen reconocimiento. Es también consciente de haber firmado las órdenes que enviaban a los militares a situaciones de peligro, lo que ha representado un peso personal enorme al sentirse responsable de su seguridad. Recomiendo la lectura del mensaje, seguro que nos llevará a la reflexión.

España participa en la guerra de Afganistán y en operaciones en lugares peligrosos, y lo dicho por Gates tiene vigencia en nuestra patria. Robert Gates es un político que es perfectamente consciente de que la guerra no puede ser objeto de metáforas. Gates conoce que la guerra es un hecho político, un acto a su juicio necesario que se afronta para garantizar la libertad y seguridad de los ciudadanos americanos. "Ellos duermen seguros de noche y buscan sus sueños de día porque vosotros hacéis guardia y los protegéis", así describe el fundamento del sacrifico de los que están fuera.

La sociedad española se conmociona cada vez que nuestros soldados resultan muertos o heridos en los combates en Afganistán: no es para menos. Pero después de la conmoción, rápidamente, se instala la rutina: "duermen seguros de noche y buscan sus sueños de día". Esto nos lleva a recordar el hecho de que las guerras las hacen las sociedades; los políticos y los militares son los agentes de esa sociedad para el hecho bélico. Por ello, quienes dirigen la guerra están obligados a proporcionar información veraz para que la sociedad sea consciente de que está en esa circunstancia, del motivo por el que ha llegado a este estado y de los sacrificios, de todo tipo, que se van a asumir.

La sociedad española debe saber que sus soldados están en peligro y que la razón para correr ese peligro sólo está justificada por la defensa del interés nacional. Este hecho debe ser expuesto claramente a la opinión pública: nuestros soldados no son objeto de "atentados", participan en combates, en el caso de Afganistán ante un adversario duro, tenaz, valeroso, imaginativo y despiadado, que lucha en su tierra. El peligro a que están expuestos los soldados españoles procede de la voluntad del enemigo.

Hay que tener curiosidad y preguntarse qué mecanismos permiten a una sociedad democrática no tener conciencia de participar en una guerra en la que sus fuerzas armadas toman parte en operaciones y soportan bajas, y de que, cuando éstas se producen, las preguntas más incisivas versan sobre asuntos tales como si se utilizaban inhibidores o si la coraza de los vehículos era o no suficiente; tener presente que se reclama que aquellos que van a proporcionar seguridad a su vez les sea proporcionada por otros, que el Parlamento que autoriza el envío de fuerzas no debata el desarrollo de la guerra, que cuando se producen bajas, la pregunta en los medios es si permanecemos allí o hay que irse...

Especialmente llamativo es el hecho de que también cada vez que hay bajas, se cuestiona si las fuerzas están bien dotadas o no, pero nadie cuestiona la constante disminución de los presupuestos de Defensa. Esto, que parece una paradoja, en realidad es muestra del desinterés crónico de la sociedad por los asuntos relacionados con la Defensa.

Gran parte de la ciudadanía española, orientada por una pertinaz pedagogía política, estima que la seguridad es algo que se les da por añadidura: no tienen conciencia de que son necesarios sacrificios. Grave y peligroso error. Léase el mensaje de despedida de Gates.

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