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Cristina Losada

No hacer bandera

El problema que elude Santano es que, además de símbolo de la Nación y el orden constitucional, se trata de la bandera por la que han muerto asesinados militantes de su partido.

Con parecida sorpresa a la que causa el descubrimiento de que en un remoto rincón del planeta hay una tribu que vive en la Edad de Piedra, hemos sabido que el Ayuntamiento de Irún ha evitado exhibir la bandera española durante décadas. Pues vaya notición, se me dirá con motivo, cuando la ausencia de la enseña nacional es frecuentísimo hecho diferencial en municipios del País Vasco y Cataluña, por lo menos. La rareza será, en todo caso, que al alcalde de Irún se le obligue a ponerla todos los días del calendario, mientras se tolera que sigan perpetrando idéntica infracción –e idéntica sumisión al nacionalismo– tantos ediles catalanes, correligionarios suyos.

En Irún, ciudad fronteriza que aún se describe como nudo ferroviario, llevan gobernando los socialistas durante los últimos 28 años. Pero se lo tenían muy calladito. Decidieron camuflarse, adaptarse al medio ambiente. Para qué diablos tentar a la suerte y provocar crispación y polémicas haciendo ostentación de la bandera española. En cuatro o cinco fechas señaladas se sacaba del desván para cumplir con la conciencia y airear el tejido, y el resto del tiempo el consistorio mostraba el estandarte local únicamente. Qué gran solución de compromiso. Así se distinguía del PNV, que pone una ikurriña solitaria, y de los auxiliares de ETA, que cuelgan su iconografía macabra, y a la vez, tremendo beneficio, no se molestaba ni enfadaba a nadie. Total, para qué hacer bandera de la bandera si esa cuestión, puramente formal, trae cola. Tal suele ser el razonamiento que sirve de refugio en estos casos.

En esa línea, el alcalde, José Antonio Santano, condensaba la bondad del criterio mantenido con un "nunca ha habido problemas". Claro, tampoco había problemas bajo la dictadura si uno no se metía en política, tal como aconsejaban las abuelas. Y, en efecto, nunca hay problemas si no se provoca a los matones poniendo, por ejemplo, la bandera que excita su rabia troglodita. El problema que elude Santano es que, además de símbolo de la Nación y el orden constitucional, se trata de la bandera por la que han muerto asesinados militantes de su partido. Cierto, en la fachada del ayuntamiento irunés lucían meritorios carteles de "ETA no", pero la falta de banderas allí señalizaba un "sí" a las condiciones que impone la existencia ETA. Una existencia que se fortalece con el "sí" de los apaciguadores.

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