Si de verdad el Congreso de la nación quisiera dedicar un auténtico homenaje a las victimas del terrorismo, derogaría hoy mismo su nauseabunda y vigente resolución a favor del "diálogo" con ETA; instaría al Gobierno la inmediata aplicación de la ley de bases de régimen local para disolver todos y cada uno de los ayuntamientos en manos de los proetarras; restablecería la división de poderes para que ningún politizado Tribunal Constitucional volviera a perpetrar la infamia de dejar en papel mojado la Ley de Partidos; o aprobaría una resolución en favor del cumplimiento íntegro de las penas y en contra del actual y silenciado proceso de excarcelación de etarras.
Pero como de este envilecido parlamento no cabe esperar nada que suponga contrariar los términos de la "paz" dictada por ETA (incluida una oposición al futuro estatuto soberanista vasco), su "homenaje" de ayer a las víctimas me resulta una farsa tan despreciable como el supuesto juicio que se está celebrado en la Audiencia Nacional contra Otegi, Díez Usabiaga y otros siete acusados de reconstituir Batasuna a través de Bateragune.
Es cierto que el brazo político de ETA se ha reconstituido; pero no lo ha hecho a través de Bateragune, sino a través de Bildu, y de eso son tan corresponsables los encausados como los magistrados del Constitucional y el propio Gobierno de la nación.
Mucho se podría decir de la hipócrita intervención de Otegi en el juicio y de hasta qué punto este proetarra ha interpretado el papel de "hombre de paz". Pero no olvidemos que ese disfraz se lo confeccionó el mismísimo presidente del Gobierno. Otegi insiste en hacernos creer que su apuesta es por la "paz" y por "las vías democráticas"; vamos, como si no supiéramos que para él la auténtica paz y la auténtica democracia son aquellas por las que la banda terrorista ha venido practicando su criminal "lucha armada".
Otro tanto podríamos decir del hipócrita Díez Usabiaga, recientemente excarcelado para cuidar a su mamá, aunque en realidad no haya hecho otra cosa desde entonces que ver la forma con la que volver a burlar la Ley de Partidos. Nos asegura que la "paz" es "irreversible" cuando al tiempo finge independencia y autonomía respecto a la banda terrorista a la que, por otra parte, no ha condenado. Sabemos, sin embargo, y por los propios comunicados de ETA, que a lo que en realidad nos enfrentamos es a un chantaje, esto es, a una "paz" condicionada a la consecución de los objetivos políticos y penitenciarios de la banda, algunos ya logrados, como la permanencia de los proetarras en las instituciones.
Pero quizá la mayor sensación de farsa me la provoque, paradójicamente, el propio juicio que preside la corajuda al tiempo que ingenua juez Ángela Murillo. ¿Se cree de verdad esta buena señora que ella podría condenar a diez o catorce años de prisión a estos proetarras, tal y como le piden la Fiscalía y la acusación particular, por algo que el mísmísimo Tribunal Constitucional ha considerado lícito? ¿De verdad se cree que, en caso de condena, el Supremo no obligará a repetir el juicio o, más probablemente, el propio Constitucional no los absolvería? Eso, por no hablar de la reincidencia, tan nauseabunda como lógica, en la que incurrían los magistrados "progresistas" del Constitucional si terminaran por legalizar a Sortu después de haberlo hecho con Bildu.
Contentémonos con no ver en las próximas elecciones autonómicas a Otegi de candidato en una de las listas de los reconstituidos brazos políticos de ETA; pero desde luego vayamos olvidándonos de su justa condena mientras nuestra justicia esté tan politizada como lo está en manos de quienes dedican hipócritas homenajes a las víctimas de ETA.