De antiguo es sabido que toda decadencia individual o nacional viene precedida por una degradación equiparable en el lenguaje. Sin ir más lejos, he ahí el entusiasmo desbordante que Twitter, ese triste viaje de vuelta a la era del telégrafo, suscita entre políticos y gacetilleros. A parejos efectos regresivos, el Tertulianés, argot gremial de los charlistas por oficio que tanto han estudiado Antonio Burgos y Amando de Miguel, no deja de constituir una variante, acaso la más chusca, del sesgo general hacia la disolución en el vacío de la semántica. Por algo, su muy exhaustivo arsenal de latiguillos y lugares comunes para sazonar en humo retórico cualquier majadería argumental. Desde el imprescindible "con la que está cayendo", hasta el inexcusable "poner en valor"; continuando, en fin, por el "fulanito se ha pasado veinte pueblos", otra muletilla que nunca ha de faltar en un repertorio del género ful que se precie.
Por lo demás, y como tampoco nadie ignora, su equivalente en la esfera institucional es el Politiqués. Una jerigonza también lejanamente emparentada con el idioma español que se usa con idéntica finalidad que el Tertulianés, a saber, no decir absolutamente nada recurriendo al mayor número de palabras posible. Mañana martes, con ocasión del debate llamado de la Nación, tendremos ocasión de asistir a una exhibición gratuita a cargo de dos consumados virtuosos del género. Dispóngase, pues, el lector a acusar recibo del "ustedes no generan confianza", la preceptiva apelación al pensamiento mágico que nunca ha de faltar en un soufflé verbal cocinado por Rajoy. La antesala, por cierto, del habitual "España no puede seguir así ni un día más".
Rutinaria diatriba apocalíptica a la que Zapatero, igual de previsible que su par, replicará con un compungido "lo que tienen que hacer ustedes es arrimar el hombro", vacuo soniquete siempre tan caro a los socialistas. Para, sin solución de continuidad, añadir que el Gobierno asume "el desafío" de emprender "las reformas estructurales". Otro clásico de ayer, hoy y siempre, el de las famosas reformas estructurales, asimismo imprescindible en tan vistosas faenas de toreo de salón. Huelga decir que, llegado ese momento procesal, el gallego, con ademán melodramático, habrá de exigir la muy urgente "flexibilización" de la economía. Y colorín colorado... hasta el del año próximo.