Me dicen algunos libertarios que no conteste a los insultos que a veces me dirigen algunos envidiosos o atravesados. Procuraré seguir el consejo, pero a veces se sacan estupendas lecciones sobre el difícil arte del insulto. Camilo José Cela me enseñó mucho de esa maña para insultar. Por ejemplo, carece de ella Carlos Pendás (Oviedo) cuando insiste en llamar "bufón y tarado" a Federico Jiménez Losantos. Sostiene el de Oviedo que Federico es tarado porque recibió un tiro en la pierna y es bufón porque, sobre enano, hace reír a los poderosos. Hay que tener mala follá para dedicar esos epítetos a Federico, ante todo, un gran liberal. Sostiene don Carlos que "en España nunca ha habido liberales en el sentido anglosajón de la expresión, si exceptuamos, si quiere, a Marañón". No tiene razón. En España se inventó la palabra "liberal" en sentido político. Puede que uno de los primeros en emplearla, para definirse a sí mismo, fuera el paisano de don Carlos, el famoso Agustín Argüelles. Su estatua ha sido renovada cerca de donde estuvo el cuartel de la Montaña en Madrid. Por otro, el sentido anglosajón del término no está nada claro. En los Estados Unidos "liberal" quiere decir algo así como socialdemócrata y en Inglaterra los "liberales" son los que se oponen a los conservadores, pero dentro de la misma tradición. Churchill fue sucesivamente conservador, liberal y conservador. Así que observen esta perla que me envía don Carlos: "Solo desde su interés e ignorancia puede calificar como liberal a la casposa, chulapona y castiza condesa como liberal". Se refiere a Esperanza Aguirre. ¡Qué finura de lenguaje! Sigo con mi tesis de que, quien insulta, se retrata.
Ashley Enolla asegura que "incompetente" es un insulto. No creo que tenga que ser así necesariamente. Por ejemplo, yo me siento incompetente para escribir o tocar música, y no me sentiría insultado si alguien afirmara eso de mí. Por lo mismo, a mi me parece que la Pajín es incompetente para regentar el ministerio de Sanidad. No es un insulto; es una descripción. Insulto sería si yo dijera que Gregorio Salvador no sabe nada del oficio de escribir.
Tiene mucha razón Pedro Manuel Araúz cuando dice que los insultos son una consecuencia de la envidia. En efecto, por eso son tan generales. Mi tesis es que, en algunos casos, los insultos pueden ser una alternativa a la violencia física. Lo fundamental, insisto, es saber insultar, un arte dificilísima. Recuerdo un reciente incidente en una tertulia con Carlos Cuesta. Ante la insistente y férvida posición progubernamental de Carmelo Encinas, le espeté que era un turiferario del Gobierno. El hombre se sintió ofendidísimo, pero en seguida preguntó que qué era eso de turiferario. Le tuve que explicar que era el clérigo que maneja el incienso en las ceremonias religiosas. El hombre se aplacó con esa comparación que le parecía un elogio. Los escolantes de antaño, para insultar a un compañero, le decían: Máter túa mala burra est. Era una frase festiva, un latinajo inane; quiere decir que "tu madre come manzanas coloradas". Una vez el ministro Solís, franquista de postín, le preguntó a un camarada, catedrático de Filosofía, que para qué servía el latín. La pregunta implicaba un cierto desprecio por la lengua madre. El profesor le contestó: "el latín es muy útil. Por ejemplo, tú, como nacido en Cabra, eres egabrense". Lo malo es que, entre los libertarios, hay algunos egabrenses sueltos.