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Eva Miquel Subías

La revolución del bombero pirómano

Sólo veo un pequeño problema: el ensanchamiento cada vez más preocupante del Estado, donde el individuo dispone paulatinamente de menor espacio para llevar a cabo sus propias decisiones.

Hará cosa de un mes leí una de esas entrevistas fantásticas de La Contra de La Vanguardia a un escritor sudafricano treintañero que padece un desorden bipolar II. Contaba con naturalidad cómo controlaba las depresiones del ciclo y la euforia de los subidones, así como de qué manera había administrado el éxito que había conseguido antes de llegar a cumplir los veinte.

Hoy me he acordado de él y de algunas de sus afirmaciones, obvias pero merecedoras de ser recordadas en estos tiempos de acampadas diversas. Ni una mentira se vuelve verdad porque todos la crean ni el sistema democrático consiste en adoptar las ideas de la mayoría sino en que todos respeten las de todos. Algo así venía a decir entre anécdotas con respecto a su primer libro y las historias cruzadas en la sociedad sudafricana contadas a cuatro lenguas donde éstas se entremezclan y enriquecen mutuamente en una nación tan fascinante como compleja.

Bien. Intentaré centrarme porque me vienen a la cabeza demasiados flashes.

La propuesta nada improvisada de Esperanza Aguirre en su discurso de investidura en torno a las listas abiertas llega en el momento justo y oportuno y ella, ágil cual gacela, no ha querido desaprovechar la ocasión. Por un lado, les hace saber a los chicos del movimiento 15-M que existen cauces democráticos para llevar a cabo sus propuestas –si es que éstas existen realmente– y que podrían llegar incluso más lejos si el sistema electoral diese un vuelco. Debate éste en el que deberíamos adentrarnos a fondo y en serio con tal de evitar, entre otras cuestiones, el encorsetamiento asfixiante de las disciplinas internas de las formaciones políticas.

Y por otro, nos hace saber a todos los demás y a aquéllos, que de ponerse en marcha una remodelación de la Ley Electoral Autonómica, podríamos tomar en nuestras manos una papeleta y ante la duda –presentada en no pocas ocasiones– de votar o no a un determinado partido en función de algún que otro personaje que nos pudiera chirriar, podríamos ejercer ese gustoso placer de tachar su nombre y apellidos de una lista y elegir el programa en paz.

Pero hay algo que –en mi humilde opinión– debería fortalecerse y articularse en torno a un proyecto sólido para llegar después a lo que la presidenta de la Comunidad de Madrid nos plantea: la sociedad. Y una vez las ideas se hayan materializado en proposiciones que nos trasladen a los ciudadanos personas que no se encuentren, a ser posible, desparramadas por la vía pública, podrán decidir si llevarlas con ellos al Parlamento. Algo que llevo diciendo –si se me permite– en mis posts desde el primer minuto de la primera tienda Quechua desplegada en la Puerta del Sol.

Pero tan sólo veo un pequeño problema. Y es el ensanchamiento cada vez más preocupante del Estado, donde el individuo dispone paulatinamente de menor espacio para llevar a cabo sus propias decisiones. Los representantes políticos no dejan de ser los brazos armados de nuestro sistema y es en este punto donde deberíamos también prestar especial atención. Claro que a ver quien se pone al frente de lo que podría pasar a la historia como la revolución del bombero pirómano.

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