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José Antonio Martínez-Abarca

La huida de las instituciones

Lo único que se respeta ya aquí y tiene absoluta fuerza vinculante son los decálogos fumetas salidos a mano alzada desde sus sentadas y kedadas.

Si algo está demostrando la continuada y total impunidad de los "indignados" es que, contra lo que éstos berrean (y golpean), nuestras instituciones sí son medianamente representativas de los electores, pero es más dudoso que ahora mismo queden instituciones ningunas a las que les apetezca representarnos. Acabamos de darles el legítimo poder en las urnas para poner orden en el país y parece que en lugar del poder les hemos pasado un cadáver despiezado en una maleta. "Le (sic) llaman democracia y no lo es", han dicho esos penúltimos restos de polvillo del muro de Berlín que se ha posado en algunas plazas de España. Será, más bien, que lo llamamos en efecto democracia y ya no está. Tengo la desoladora sensación de que lo único oficial que funciona aún en España con absoluta contundencia son los departamentos de recaudación de tributos, y que los somatenes de "camisetas pardas" que se han enseñoreado de todo durante estos días pueden incautarse de los demás despachos del "Sistema", cuando se den cuenta de que una palabra suya en las redes sociales bastará para que nuestros representantes huyan como liendres del champú Filvit.

¿Será posible que la gente esté preocupada en serio porque se convulsione el Tribunal Constitucional y no disfrutemos por una temporada de esas sentencias tan amenas que nos han dejado sin Constitución? Más inquietos deberíamos estar porque ahora mismo entramos en los edificios oficiales pidiendo auxilio para que se nos defienda de la perrera campista con las normas cívicas habituales en el Occidente homologado, y encontramos con que no nos responde ni el ujier. Hoy preguntas por la Ley y te responden que no hay que ponerse así, sino buscar "espacios intermedios".

La semana pasada se constituyeron, presuntamente, los Ayuntamientos de España pero en realidad lo único que tuvo consistencia mensurable fue la constitución de la turba, que es hoy la única autoridad visible y real en todo el territorio. No se han dado cuenta los "indignados" que ya desde antes del 22-M tienen muchos menos motivos para indignarse, porque, como pretendían, lo único que se respeta ya aquí y tiene absoluta fuerza vinculante son los decálogos fumetas salidos a mano alzada desde sus sentadas y kedadas. Cómo se van a envalentonar, todavía más, cuando constaten que literalmente basta en España con echarse a la calle en saco de dormir para poder hacer con el país lo que te dé la gana. Y los de la "democracia formal" echándonos las manos a la cabeza por si el Tribunal Constitucional echa la tranca por dentro sin dejar salir a ningún magistrado, no sea que se contamine de realidad. A quién le importa que el TC nos prive de su magisterio durante una temporada si el problema es que ya no se advierte a nadie con algún mando que no haya hecho dejación de funciones. Basta que cualquier "chanclas" se presente ante aquellos a los que hemos confiado el Estado de Derecho y los sustituya en el sillón bajo la amenaza de sacarlos en el Twitter. 

En España

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