Colabora
José Carlos Rodríguez

Defender la democracia

Su régimen, por mucho que lo revistiese de justificaciones históricas e ideológicas, era excepcional por naturaleza. Y la prueba es que no continuó tras su muerte. Y es condenable que mantuviese esa excepción durante 36 años.

Ha escrito Pío Moa un artículo que constituye una defensa del régimen de Franco. Lo original es que lo hace desde "los valores de la democracia liberal". El empeño es audaz, teniendo en cuenta que el régimen de Franco fue una dictadura que duró 36 años. Pero ni la audacia, ni el profundo conocimiento de Pío Moa de aquel régimen, ni la permanente defensa de la democracia que hace en sus libros y escritos son suficientes para lograr defender el franquismo, como se llama su artículo, desde postulados democráticos.

No es que Moa, que conoce bien mi devoción por su persona y por su obra, no alegue razones que puedan considerarse válidas. Lo que entiendo es que son insuficientes y que ni siquiera se acercan al que es su propósito declarado: dar un salto (mortal de necesidad) desde la democracia hasta el juicio histórico globalmente positivo del franquismo.

Reconozcamos de antemano que no se puede juzgar al franquismo contraponiéndolo con una opción ideal, partiendo del hecho de que su nacimiento está ligado a una guerra civil que a su vez surge de una confrontación enconada de dos posturas contrapuestas, antitéticas incluso, entre la revolución y la contrarrevolución. Franco derrotó la revolución, como él apunta, aunque creo humildemente que aún no está resuelto históricamente que la revolución en marcha durante el Frente Popular no fuera reconducible de un modo distinto al golpe de estado que, como muy bien vio Franco desde el comienzo, llevaría a una larga y sangrienta guerra civil.

Luego es cierto que debemos juzgar su régimen desde las fuerzas históricas que llevaron a su creación. En cierto sentido, el franquismo es lo que la izquierda obligó a convertirse a la derecha. Pero tampoco tenemos por qué aferrarnos a una visión panglossiana del pasado y desconocer que había otras opciones. ¿Eran necesarias las 30.000 ejecuciones que llevó a cabo el régimen una vez instaurado? ¿Eran precisas otras violaciones de los derechos individuales?

Es ilusorio pensar que Franco, que se había apoyado en Hitler y Mussolini y que era muy crítico con el sistema multipartidista, se convirtiese en una especie de Jefferson español, especialmente durante la II Guerra Mundial. No olvidemos que los aliados no tuvieron siempre todas las de ganar. Pero en la postguerra podía haber reenganchado a España con el curso de la historia, que en aquel momento era plenamente democrático, y que debió haber compartido con el resto de países europeos. Su régimen, por mucho que lo revistiese de justificaciones históricas e ideológicas, era excepcional por naturaleza. Y la prueba es que no continuó tras su muerte. Y es condenable que mantuviese esa excepción durante 36 años.

El franquismo fue, efectivamente, "autoritario, no totalitario", y "no es cierto que en el franquismo no hubiese libertades", que son dos formas de decir lo mismo. Pero de nuevo no es suficiente. ¿De qué nos vale zafarnos de una revolución si no es para recobrar las libertades amenazadas por ella? El franquismo, dice, no tuvo una oposición democrática viable, lo que es discutible. La sociedad española estaba preparada para la democracia y la libertad, y más habiendo vivido los peligros de la revolución y los horrores de una guerra civil. Y la transición "de la ley a la ley" que el propio Moa pone como ejemplo de las contribuciones de aquel régimen se podía y se debía haber producido muchos años antes.

La de España es una historia de oportunidades perdidas. Franco tuvo en su mano la de restaurar la democracia, colocando a nuestro país en el lugar que le correspondía, pero optó por mantener su propio régimen, que no reconoció el pluralismo político y no respetó ciertas libertades básicas de los ciudadanos. Y los españoles nos merecíamos otra cosa.

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