Tras el atentado terrorista contra el café "Argana" de Marrakech, el 28 de abril, y los graves disturbios protagonizados por yihadistas presos en la prisión de Salé, el 16 de mayo, la visibilidad del islamismo radical marroquí ha aumentado. Sobre todo en momentos en los que las revueltas árabes con sus frentes más violentos en Libia, Siria y Yemen pueden hacer creer a algunos que la amenaza remite, en términos de tipo de amenaza o de escenario geográfico.
Recordemos que 14 de las víctimas eran extranjeras. Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) negó el 7 de mayo la autoría, aunque recomendó a los musulmanes ese tipo de acciones, en las que mueren "judíos y cruzados". Aprovechó para llamar a sus hermanos en Marruecos a luchar "contra el dictador (el Monarca) y sus siervos" hasta que caiga el régimen y a continuar la "contestación popular bendita para liberar a sus hermanos injustamente detenidos".
Las autoridades marroquíes detuvieron a primeros de mayo a tres sospechosos de haber realizado el atentado, que el régimen califica de "yihadistas salafistas". Los tres conocidos de la policía. Se ha realizado la reconstrucción de los hechos con ellos en el lugar del atentado el 11 de mayo, pero aún pasará un tiempo hasta que se aclaren los detalles y habrá que esperar al juicio para comprobar si lo que la policía y la fiscalía dicen tener contra ellos es lo suficientemente sólido.
Precisamente la cuestión de las movilizaciones dentro y fuera de las prisiones marroquíes, dentro de los presos yihadistas y fuera de sus familiares y seguidores, es aspecto a destacar. Tradicionalmente las cárceles marroquíes han sido escenario del proselitismo cotidiano y del activismo visible en determinadas coyunturas, como por otro lado ocurre en otros muchos lugares dentro y fuera del mundo islámico. Pero lo que debe preocupar dentro y fuera de Marruecos es la intensificación de este frente en los últimos tiempos. Tras la irresponsable liberación de presos islamistas de hace algunas semanas, habían crecido las expectativas de que ese fuera el primer paso de un proceso de sucesivas liberaciones. Lo cual suscitó esperanza entre las familias y sensación de victoria sobre el régimen, apóstata en los círculos islamistas radicales. Precisamente cuando el 16 de mayo se intentó en la Prisión de Salé –donde hay más de 300 yihadistas concentrados– trasladar a algunos islamistas a otras prisiones del país para debilitar así a un grupo que hace piña dentro de dicha cárcel, estallaron los disturbios.
La ONG islamista "Foro Karama de Derechos Humanos" y otros lobbies se encargaron de dar cobertura a esta situación, dramatizándola con la presencia de muchas mujeres en el exterior del recinto, esposas, madres e hijas de los internos.
Y es que la liberación de la célula Belliraj y del predicador radical Mohamed Fizazi en abril fue un error del régimen, y ha envalentonado a los demás reos yihadistas. Además, el hecho de que las fuerzas auxiliares intentaran calmar a los sublevados en el penal de Salé diciéndoles que en un mes habrá una segunda y más amplia gracia real, tampoco invita al optimismo. Estos presos y sus apoyos en el exterior están perfectamente organizados, haciendo incluso salir de las prisiones imágenes de móviles para así alimentar su victimismo y trabajar un frente de combate que es extremadamente preocupante en términos de seguridad.
La creciente visibilidad de los islamistas marroquíes en el marco de las movilizaciones del Movimiento 20 de febrero, y su creciente esfuerzo por atraerse apoyos entre la diáspora en el exterior –particularmente Europa–, acrecienta el problema. Recordemos que a dicha ideología –aunque según algunos en su versión más moderada– se la da ya por ganadora en los comicios que en los próximos meses se celebrarán en Túnez, primero, y luego en Egipto. Pero lo que oculta en términos de espíritu combatiente y de visión radical de la política es lo preocupante.