Una parte de los indignados del 15-M siguen en Sol. Al toque de silbato, o sea, de movilización por las redes sociales, un millar de indignados fueron el miércoles hasta las puertas del Congreso de los Diputados. No es fácil de congregar a un millar de personas, a pesar de que muchos relativicen a este movimiento, para protestar contra la reforma laboral. Ayer se concentraron ante las Cortes Valencianas y hubo heridos de gravedad. Sin embargo, todavía hay gente que reduce el asunto a poco menos que nada. Se equivocan. Esto va para largo. Y, por supuesto, continuamente estará en el límite con la violencia.
Por otro lado, es natural que el movimiento derive en violencia y enfrentamientos; pues que no se conoce en la historia de la civilización un grupo de individuos que trate de funcionar al margen de la sociedad real sin que ello derive en violencia. Eso es exactamente lo que han hecho los acampados en la Puerta del Sol: ellos han funcionado, y así lo han reflejado todos los comentaristas del mundo, en una plaza pública como una "sociedad" al margen de la sociedad... El enfrentamiento entre dos tipos de sociedades tan diferentes es inevitable.
Pero, independientemente de que nos guste más o menos la evolución de este movimiento social, sin duda alguna surgido de asociaciones de todo tipo vinculadas a la izquierda y a la extrema izquierda política, es menester reconocer su existencia. Hacerle menosprecio, ridiculizarlo y, sobre todo, no enfrentarlo con medios analíticos es la mejor manera de que nos pase factura. Es evidente que hay dos maneras de hacerse cargo del asunto: por un lado, están los medios de la izquierda que dan una gran importancia al movimiento del 15-M; y, por otro lado, encontramos a los de la derecha que lo relativizan.
Hacen mal unos y otros; los primeros, porque no quieren reconocer la instrumentalización y aliento que les da el ministro del Interior; los segundos, porque le dan a Pérez Rubalcaba todo el protagonismo del 15-M. Se equivocan todos. Es obvio que Pérez Rubalcaba hace uso, instrumentaliza y alienta el movimiento. Forma parte de su trabajo, sobre todo, después del 22-M. Es su modo normal de hacer política en la Oposición. Agitando masas. Pérez Rubalcaba se prepara para la nueva etapa que viene a España. Repito las preguntas formuladas en otro contexto: ¿Por qué el PSOE tendría que reprimir el movimiento del 15-M ahora, precisamente, cuando el PP ha conseguido un poder inmenso en casi todas las Autonomías y Ayuntamientos de España? ¿Por qué Pérez Rubalcaba tendría que ejercer la violencia contra quienes pueden darle votos? ¿Por qué Pérez Rubalcaba va a desalojar de los espacios públicos a un movimiento que surge de asociaciones de extrema izquierda con apoyo de millones de indignados contra el mal funcionamiento de la democracia en España?
El problema no es pues de Pérez Rubalcaba ni del PSOE. El problema es de Rajoy. Es uno de sus grandes problemas. Rajoy es ya un hombre muy poderoso, porque su partido tiene un inmenso poder en toda España, y él está llamado a ser el próximo presidente del Gobierno, pero todavía no se ha dignado a decir qué hacer, cómo resolver y, sobre todo, cómo encarar a ese movimiento "político". He ahí el verdadero problema. Rajoy no lo quiere encarar ahora, pero, por desgracia, acabará estallándole.