Los tradicionales traspasos de poderes acostumbran a sucederse con multitud de anécdotas. Mayor sobriedad en los edificios ministeriales, más proximidad en los autonómicos y compadreo y navajas cruzadas a partes iguales en los locales.
Sin embargo, lo que hasta ahora no habíamos visto en países con cierta pulcritud democrática es la aparición de una furgoneta oficial con un funcionario cargando bolsas de basura rebosantes de documentos. Ni tan siquiera una triste caja de cartón, una bolsa reciclada o un saco de tela, mucho más ecológico. No. La estética cutre de una oscura bolsa de basura antiadherente habla por sí sola.
Se trata de un hecho empírico que las varas de medir los actos de los representantes socialistas disponen de una flexibilidad que dista mucho de la rígidas y ásperas maderas de la que gozan los populares. Incluso para saltarse a la torera y a puerta gallola la Ley de Incompatibilidades. Pregunten, si no, a David Taguas que, tras presidir durante un año la Oficina Económica de Presidencia –con rango de Secretario de Estado–, pasó directamente a presidir SEOPAN, la patronal de empresas de la construcción. Así, con un par y sin que nada aconteciera al respecto. Y sin ir más lejos, el todavía secretario de Estado de Hacienda podría, tras el Consejo de Ministros de mañana, ir derechito a ocupar la Dirección General de la Fundación de las Cajas de Ahorros.
En el extremo septentrional de Europa tenemos a Islandia, cuyo ex primer ministro Geir H. Haarde se ha debido sentar en el banquillo acusado de negligencia por la gestión llevada a cabo ante la crisis económica durante los meses de febrero a septiembre de 2008. Imagino el rostro de José Luis Rodríguez Zapatero mientras apura su esquina predilecta del sofá presidencial. Partiéndose de la risa descuajaringado y a pierna suelta, como diciendo: piltrafillas, que sois unos piltrafillas...
Pero regresemos al glam de las bolsas de basura tamaño industrial. Tras un paréntesis en Florencia, José María Barreda ha criticado la "irresponsabilidad" del Partido Popular por haberles acusado de llevarse documentos oficiales, así como por revelar la dificultad para hacer frente al abono de las nóminas de los 74.000 funcionarios autonómicos.
En cuanto a la "otra" deuda acumulada, pueden dar fe y sin profundizar demasiado los diversos proveedores y entidades privadas, cuyas facturas permanecen arrinconadas y cubiertas con telas de araña. Y en lo que respecta a los documentos público/privados, de pocas explicaciones precisa. Porque si el retrato familiar, los resguardos de alguna multa de tráfico debidamente abonada, el pisapapeles en forma de escarabajo de madera que te regaló tu hija, así como las facturas del dentista y aquellos post-it con tareas pendientes acumuludas no son merecedores de ser depositados en algún receptáculo más digno –con perdón de los señores de Vileda– resulta, cuando menos, mínimamente sospechoso.
"No estamos ocultando datos. Hemos hecho un desnudo integral", ha espetado ocurrente el presidente castellanomanchego saliente, como si acabara de ser inmortalizado en alguna de las archiconocidas estampas urbanas de Spencer Tunick a quien al grito de "todos en pelotas y mirando al cielo" obedecían disciplinados los miles de barceloneses en la Avenida de María Cristina allá por el año 2003.
Lo que mucho me temo es que a los funcionarios de José María Barreda les han hecho un "robado" en top-less y sin depilar. El calorcito les ha pillado desprevenidos y nadie les advirtió nunca como mi abuela: niña, nunca bajes la guardia, ni por dentro ni por fuera.