Colabora
Adolfo D. Lozano

El hombre más gordo del mundo

Hoy, Manuel ya ha perdido más de 250 kilos y ha empezado a poder caminar y realizar alguna tarea. Y aunque tendrá que someterse a operaciones en el futuro, al menos para eliminar piel sobrante, sigue una dieta antiinflamatoria.

Los economistas estiman que sólo en EEUU los problemas derivados del sobrepeso y la obesidad cuestan 93.000 millones de dólares cada año en gastos sanitarios. Una persona adulta en este país precisa un gasto casi un 40% superior si es obesa, y casi un 10% del desembolso sanitario nacional se debe a la obesidad. En España la perspectiva no es mucho más alentadora; se calcula que en nuestro país la obesidad ha aumentado un 65% en los últimos años, y un 200% si nos referimos a la obesidad mórbida.

Dice el refranero español "mal de muchos, consuelo de tontos". Efectivamente, que la obesidad sea un problema creciente en nada consuela a quien la padece, más cuando llegas a pesar 570 kilos. Y es que esta cifra, sin paliativos astronómica, es la que llegó a pesar Manuel Uribe, un mexicano que se hizo con el título –de dudoso honor– Guinness de "Hombre más gordo del mundo". Aunque de niño y adolescente había sido una persona con sobrepeso, no fue hasta pasados los 20 años cuando empezó a desarrollar una obesidad dramática. Quien había sido una persona jovial y vital, pronto se vio sumido en depresiones y una desesperación constante ante el fracaso incesante de una tras otra dieta que intentaba. Mientras, su pobre madre no dejaba de atenderle en la cama donde estaba postrado de modo inamovible, dándole todos los días pomadas por el cuerpo para evitar llagas debido a sus enormes pliegues cutáneos.

No puede decirse que Manuel Uribe no lo intentó casi todo. Desde pastillas, múltiples libros de dietas y muchas otras más dietas, hierbas, batidos, fajas reductoras... con un éxito nulo. Tampoco los médicos acertaban a ver en su dieta a base de alubias y tortillas de maíz, entre otros alimentos, la causa de su problema. Su obesidad llegó a ser de tal magnitud que muchos médicos le rechazaron como candidato para una intervención quirúrgica. No obstante, acabó consiguiendo que le realizaran por ejemplo una liposucción, eliminándole unos 80 kilos de grasa. Pero al cabo de los meses acabó recuperándola. Cuando todas las opciones parecían agotadas, y su sino morir atrapado entre crecientes capas de grasa, conoció a Gustavo y Silvia Orozco, un matrimonio de médicos mexicanos. Ambos habían cambiado radicalmente su práctica médica, y con ella sus vidas, a raíz de un libro que resultó una revelación para Silvia. En realidad, estaban convencidos de que lo que había revolucionado su práctica clínica podría salvar a Manuel. Por cierto, aquel libro publicado en 1995 se titulaba La Zona, del Dr. Barry Sears.

Tras realizarle análisis y pruebas, el equipo de Silvia Orozco determinó que Manuel Uribe sufría de una muy elevada inflamación silenciosa –o celular– y que aquello había desencadenado su calvario. Una causa que, además, no habían advertido antes ninguno de sus múltiples otros médicos. Así, concluyeron que urgía someterle a una estricta dieta antiinflamatoria que consistía en restringir hidratos de carbono, proinflamatorios ácidos grasos Omega 6, y proporcionarle todos los días una dosis alta de un suplemento de aceite de pescado o ácidos grasos Omega 3. En 2007, y en menos de un año siguiendo esa dieta antiinflamatoria con la supervisión del Dr. Barry Sears, Manuel había perdido unos 180 kilos. En 2008 ya había reducido un total de unos 220 kilos. No se mantiene registro en el mundo de una persona que haya perdido tanto peso sólo con cambios dietéticos, y ya es candidato para recibir el Guinness de "Hombre que más peso ha perdido" por cualesquiera métodos.

Hoy, Manuel ya ha perdido más de 250 kilos y ha empezado a poder caminar y realizar alguna tarea. Y aunque tendrá que someterse a operaciones en el futuro, al menos para eliminar piel sobrante, sigue una dieta antiinflamatoria. Sus análisis de sangre reflejan el estado de una persona absolutamente sana. En la mayoría de entrevistas que ha concedido a medios de todo el mundo, Manuel señala la enorme importancia que ha tenido para él su fe religiosa para no perder la esperanza de vivir. Y para ayudar a salir adelante a otras personas como él ha creado en México la fundación que lleva su nombre. No obstante, su salvación no ha sido cuestión de fe, sino de ciencia.

Manuel es un ejemplo vivo y fehaciente del poder transformador y revolucionario que tiene la nutrición. Específicamente, aquélla dirigida a reducir la inflamación silenciosa. En un mundo que parece dirigirse hacia un precipicio de enfermedades aceleradas por la obesidad y el sobrepeso, ¿no es precisamente una dieta antiinflamatoria el ‘fármaco’ que necesitamos? Puedes apostar tu última moneda a que sí.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario