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Emilio Campmany

Entrañable Alfredo

Ensaya una sonrisa cautivadora y lo que le sale es una mueca siniestra. Balbucea una palabra amable y los demás creen haber oído una amenaza velada. Ulises no puede ser Aquiles.

Con los políticos pasa como con los futbolistas. A la mayoría se les conoce por el apellido, pero unos pocos, por su carisma o por lo que sea, son conocidos exclusivamente por el nombre de pila. Es el caso de Raúl, en el Madrid, o Xavi, en el Barcelona. En el PSOE, es bien sabido que Felipe González fue, en sus inicios, Felipe a secas. Los socialistas siempre decían "Felipe nos sacará de ésta", "Felipe sabe lo que hace" o se preguntaban "de todo esto, ¿qué dice Felipe?". Luego, le salieron canas en las sienes, se vio sepultado por la corrupción y enfangado en el GAL y acabó siendo González.

Ser conocido por el nombre de pila, y no por el apellido, no garantiza nada, pero da credibilidad electoral. Sugiere proximidad, confianza, amistad. El personaje que se beneficia de esa circunstancia se hace más entrañable y cercano. Eso en política son votos. Y los votos son los que dan el poder. Rubalcaba lo sabe y ha decidido que quiere que lo llamen Alfredo. Cómo disfrutaría si oyera a su alrededor "Alfredo nos sacará de ésta", "Alfredo sabe lo que hace" o "de todo esto, ¿qué dice Alfredo?"

Sin embargo, ser conocido en todo el país exclusivamente por el nombre que te dieron tus padres no es cosa que se consiga sólo con quererlo. Hay que ganárselo. Hay que ser afable, accesible, amigable, o al menos fingir que se es. Eso se lo podía permitir Felipe, que tenía a Guerra para que le hiciera el trabajo sucio. El problema de Rubalcaba es que toda su carrera política se ha basado precisamente en hacer trabajo sucio para otros. Lo ha hecho muy bien. Llegó un momento que su sola fama de Rasputín sin escrúpulos bastaba para que sus enemigos y los de su jefe huyeran despavoridos sin tener él que salpicarse la ropa ni despeinarse. Por eso, lo que de él se dice en el partido es que "Rubalcaba, si te vuelves, te la clava". Pasar en unos meses de esto al "entrañable Alfredo" se figura tarea imposible.

No ha hecho más que empezar esta extraña campaña de primarias de aspirante único y ya se está viendo lo mal candidato que es el elegido. No sólo es que es viejo, feo y calvo, que dice Pepe García Domínguez. Es que además es un tío malage, con mala follá, cualidades que son virtudes para un privado que trabaje en la sombra, pero que se vuelven en graves defectos si se aspira a ceñir personalmente la corona. Ensaya una sonrisa cautivadora y lo que le sale es una mueca siniestra. Balbucea una palabra amable y los demás creen haber oído una amenaza velada. Ulises no puede ser Aquiles. Cada cual debe desempeñar el papel que ha escogido y Rubalcaba hace tiempo que eligió ser eso, Rubalcaba, si te vuelves, te la clava.

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