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José García Domínguez

Contra Franco vivimos mejor

Rebajada primero a epíteto y luego a escupitajo, la voz "fascista" ya no remite a significado alguno más allá de su uso balístico en tertulias y circos televisivos. Razón última del afán ministerial por colgarle el mote al difunto.

Parece ser que en la entrada del Diccionario Biográfico Español referida a Franco Bahamonde, Francisco, se ha obviado el pleonasmo de decirle dictador. Asepsia adjetiva que habría provocado el muy airado enfado de la ministra Sinde, acaso presta a recibir las actas de un proceso sumarísimo con la quema en efigie del reo, tal como era costumbre antigua del Santo Oficio. Al respecto, y más allá de la ideología que en puridad nunca tuvo, si algo definió al franquismo fue una mentalidad. Unas actitudes, formas y modos llamados a sobrevivirle largos años, por cierto. De ahí, inconfundible, el eco del célebre "Usted no sabe con quién está hablando" en las palabras de la señora ministra.

Así, a la guionista de Mentiras y gordas le ha faltado tiempo para amonestar a la Real Academia de la Historia. Ocurre que a su conminatorio entender deben ser "revisados" ciertos enunciados "que no se ajustan a la realidad". Al Mando le incomoda el juicio de los historiadores y aconseja sea depurado al dictado de sus precisas indicaciones: franquismo en estado puro. Y duro. Entre esos desajustes presuntos con la realidad figura el aserto de que el de Ferrol "montó un régimen autoritario, pero no totalitario". Una proposición que ha empujado al senador Saura, paleocomunista, a exigir la retirada de los veinticinco primeros tomos de la obra por constituir "una recopilación de ideas que forman parte del pensamiento fascista español".

Eventualidad que casi le invita a uno a hacerse fascista. Aunque solo fuera por el contraste. Y es que todo el pensamiento del mentado Saura cabe holgadamente en veinticinco líneas. Por lo demás, rebajada primero a epíteto y luego a escupitajo, la voz "fascista" no remite a significado alguno más allá de su uso balístico en tertulias y circos televisivos. Razón última del afán ministerial por colgarle el mote al difunto. Pese a que Franco, un franquista convencido, nunca quiso ser cosa distinta. Por algo a Jiménez Caballero, el primer –y tal vez único– fascista que hubo en España, lo largó raudo al Paraguay (para que dejase de marear). En fin, ya en su día advirtió Ennio Flaiano que existen dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas. Los de don Ernesto y los de Sinde y Saura, que tanto montan.

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