Indígnense, nenes
Los que ahora dicen sentirse constreñidos por unos capitalismos y unas democracias que presuntamente "les niegan derechos" desearían sentirse absolutamente acogotados por cualquier gerontocracia que no les dejara ni levantarse para ir a orinar.
Los antisistema siempre han sido los enviados del peor sistema, y no venían a eliminar la autoridad, sino a imponer la más sangrienta y, peor, la más aburrida. Los libertarios, ya es suficientemente conocido, venían en realidad a acabar con la libertad y los que ahora dicen sentirse constreñidos por unos capitalismos y unas democracias que presuntamente "les niegan derechos" desearían sentirse absolutamente acogotados por cualquier gerontocracia que no les dejara ni levantarse para ir a orinar. En realidad, ellos quieren ser esa gerontocracia ya a partir de los dieciocho años. Tienen alma de unánimes aplaudidores. A su lado, los maulas de la antigua cúpula política de Caja Castilla-La Mancha eran exploradores románticos.
No merecen ningún respeto, no, los supuestos humillados y ofendidos ante las elecciones autonómicas y municipales del domingo. Lo único que los humilla y los ofende es que ya no haya dinero para mantenerlos, como hasta ahora. Han estado tan a gusto que en realidad son unos reaccionarios preventivos: no han salido a negar las instituciones porque quieran otras, sino porque quieren las mismas, no están en contra del presente, sino del futuro (nada de extraño que el PSOE más fósil les haga guiños, tras un desconcierto inicial: como que representan lo mismo). La postura realmente sedicente frente al actual estado de cosas no es que estos eternos jóvenes de todas las generaciones se echen a la calle de la que no han vuelto desde que se fueron de botellón hace veinte años, sino ir a votar para que la socialdemocracia vaya a las mismas zahúrdas de la Historia que, esperamos que por mucho tiempo, le aguardan a Strauss-Kahn, el del Fondo Monetario Internacional. Pero a los protestatarios que enarbolan folletos de autoayuda como si fuese aquel "libro rojo" que sacó el PSOE en los años ochenta les pilla muy a contrapié llegar al colegio electoral a tiempo, porque el domingo se levantarán a las diecinueve de la madrugada tras la habitual fiestuqui de dos días. Hacia la justicia social por la resaca.
¿Rebeldes, éstos? Son los mismos que, encuesta universitaria tras encuesta universitaria, dicen querer cambiar el mundo de mayores por el procedimiento de meterse a arrojados funcionarios. Son los que claman por la llegada de una fantasmagórica "Sociedad del Conocimiento" cuando ni se han molestado en saber que en castellano hay un signo de apertura de exclamación en el tontuelo "¡Indignaos!" (al menos, que se "indignen" ortopédicamente exclamando como es debido). Estos aspirantes a arreglar todo lo que está mal en el mundo volviéndolo mucho peor aún hacen estos días sentadas en la vía pública. Para eso sí sirven: para esperar a todo sentados. Llevan desde que Rodríguez Zapatero ganó sus primeras elecciones pasándoselo teta y corroborando que vivían "en la mejor situación española de la Historia", y ahora que parece que hay que ponerse a trabajar un poco para arreglar lo que ellos mismos han contribuido a perpetuar se acuerdan de que la paga que les había prometido el Estado se volatiliza y que tienen que madurar de repente, sin tener la edad para ello. Es decir, como si tuviesen esos mismos cuarenta o cincuenta años, en cualquier caso menos de sesenta, que ya tiene a sus espaldas el actor Willy Toledo, quien se sienta en la calle estupendamente, a mover el rumbo del planeta.
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