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Daniel Blanco

Forlán merecía una despedida

Quique y Forlán no se soportan. El técnico aprecia como futbolista al uruguayo y éste no tendrá casi ningún problema en reconocer la labor técnica del madrileño, pero el trato personal es infame.

No hay que quitarle a Quique Sánchez Flores los méritos que, como entrenador, hizo la campaña anterior llevando al Atlético de Madrid al título de la Europa League y a la final de la Copa del Rey. Todos los elogios fueron para el preparador madrileño. Y los merecía porque metió a la plantilla una idea clara: ser dignos de la camiseta que vestían. Ni recordar tiene que cuando Quique llegó, el equipo estaba en puestos de descenso y había sido humillados vilmente en Stamford Bridge en la Liga de Campeones.

Pero también es cierto que en aquella plantilla se encontraban Diego Forlán y varios más. Me centro en el uruguayo, autor de cinco de los últimos seis goles rojiblancos en la Europa League, que acabarían ganando al Fulham en Hamburgo, donde el ariete anotó los dos tantos. Por supuesto que contribuyeron, y lo indecible, los Agüero, Reyes, Simao, Assunçao, Domínguez, Perea, Ujfalusi, Antonio López y De Gea. Pero, mira tú por donde, Forlán fue el héroe.

A lo que quiero llegar con todo esto es que el uruguayo merecía despedirse del Calderón en su último partido. Pero Quique no lo vio así. Y no lo vio por dos motivos: uno, porque intuye que si se va él, Forlán no lo hará y, por lo tanto, no necesitaba despedida; el otro, porque es un poco egoísta, un tipo muy distante en el trato con el jugador. Quique sabe que es muy querido en el Calderón y no podía permitir que, por si acaso, otro fuera el protagonista el día D, el día que dirigía su último partido en casa. No podía arriesgarse.

Porque la afición, no lo neguemos, también quiere a Forlán. Es verdad que ha sufrido pitadas en el Calderón. Es verdad que Diego no es el de la campaña 2008-2009. Es verdad que es un tipo frío, excelso jugador, pero raro hasta el punto de demostrar en pocos partidos su valía, en vez de hacerlo con una regularidad supina. Por eso la afición iba a despedir a Forlán como se merecía, pero no pudo hacerlo. Ya digo: si se va finalmente porque me da a mí que las palabras del uruguayo insinuando su marcha a mitad de esta temporada, las pronunció por la situación que vivía con el técnico. Una situación muy incómoda, cortante.

Y es que Quique y Forlán no se soportan. El técnico aprecia como futbolista al uruguayo y éste no tendrá casi ningún problema en reconocer la labor técnica del madrileño, pero el trato personal es infame. Hasta el punto de que el entrenador criticó veladamente al delantero el pasado martes tras la derrota en Santander. El uruguayo le respondió delante de la plantilla el miércoles y Quique se la devolvió doblada, dando una rueda de prensa en la que sólo habló de este tema y de su relación con el jugador, y dejándole fuera de la convocatoria el mismo domingo.

Me cuentan que el trabajo de Quique es fenomenal en el ámbito técnico. Hay que ser tonto para no reconocer que la UEFA del pasado año es, al menos media, del técnico. Pero me cuentan también que la relación con los jugadores es distante y muy fría. Lo peor para Quique es que me lo contaron también en Valencia y en Getafe, y hubo gente descontenta en Lisboa. Es un buen técnico pero marca las distancias. A veces, tanto que marca a los jugadores. Y eso no es bueno.

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