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Guillermo Dupuy

Arcadi Espada y el silencio de Rajoy

De forma tan precisa como boba, Espada nos exige calificar de "ex etarra" y no de "etarra" al persistente canalla que, a su salida de prisión, tras cumplir conforme a Derecho su condena, se puso a jalear a Bildu.

Cada vez me parece más ejemplar la actitud del opositor Rajoy respecto a ese partido de la ETA desarmada. Concedo que lo que menos le cuesta a Rajoy es callar y ver pasar el mundo; pero no tengo dudas de que ahora hace lo que es debido.

Este es el comienzo de un artículo de Arcadi Espada, publicado este jueves en El Mundo, ante el que no sabría decirles qué me causa mayor perplejidad: si que califique de "ejemplar" el bochornoso silencio de Rajoy ante la farsa de este Gobierno, finalmente consumada por seis magistrados del Constitucional designados por el PSOE; o que considere "desarmada" a la ETA. Otro tanto les podría decir del calificativo de "opositor" aplicado a Rajoy, si no fuera porque no sé si con él Espada se refiere a un enclaustrado y estudioso aspirante a registrador de la propiedad o a quien –se supone– debe ejercer una visible y audible labor de oposición en la arena pública con vistas a convertirse en presidente del Gobierno. Nada más lamentable que confundir en democracia ambos papeles.

Con todo, no se queda ahí mi discrepancia con el artículo de marras: de forma tan precisa como boba, Espada nos invita a calificar de "ex etarra" y no de "etarra" al persistente canalla que, a su salida de prisión, se puso a jalear a Bildu. Espada recuerda algo que yo sepa nadie discute, como que "Errandonea salió de la cárcel después de cumplir 25 años de cárcel, sin redenciones", y que su salida obedece "no a ningún pacto político, sino a la extinción de su pena". Asimismo, Espada se empaña en no ver "ni otra risa ni otra felicidad" que la de quien sale en libertad y la de quien, "aunque parezca extraño, puede tener hermanos, y sobrinitas que se abracen al tío, contentos todos de verle en la calle".

Naturalmente que no hay que dudar de que Errandonea y los suyos mostraran su alegría por su puesta en libertad, ciertamente conforme a Derecho. Pero ya se encargó este canalla de vincular su alegría a las proclamas etarras (perdón, no sólo etarras) de "independencia" y "socialismo", haciendo de la conjunción "y" en vascuence, una clara y distinguible mención a "ETA".

El problema está en que el sorprendente papanatismo de Espada, no dispuesto a ver más que la risa y la felicidad que el etarra comparte con las sobrinitas, todo esto ni lo mienta. Lo único que dice al respecto es calificar de "victoria del Estado de Derecho" la "exhibición del cartel de una coalición política que rechaza el uso de la violencia y cuya actividad ha sido declarada legal por el máximo tribunal español". Visto cómo una farsa y una burla, sólo posible por la falta de división de poderes que impera en nuestro país, es presentada por Espada como una "victoria del Estado de Derecho", casi que me quedo con el bochornoso silencio de Rajoy.

En cualquier caso, estoy seguro de que esa mezcla de lamentable positivismo jurídico y de miope papanatismo de leguleyo del que Espada parece hacer gala no nos impedirá a nadie el derecho de lamentar la nula muestra de arrepentimiento que ha exhibido el etarra tras cumplir legalmente una pena que, no menos legalmente, debe tener una función rehabilitadora. Y es que, incluso desde esta lamentable perspectiva de la filosofía del derecho que aparca la función aflictiva y disuasoria de la pena en favor de la reinserción, hay razones de queja ante el espectáculo en que se ha convertido esa puesta en libertad.

Espada, con todo, hace al final de su irreconocible artículo una lúcida reflexión en torno al riesgo de que la exhibición del arrepentimiento se convierta en pasaporte a la impunidad o a una excarcelación prematura de etarras. Las fronteras más importantes que España debe conservar frente al embate etarra son las que configuran a nuestra nación como Estado de Derecho. Me temo que son las primeras que se están disolviendo por parte de aquellos que pretenden contentar a quienes ni se puede ni se debe contentar.

No menos lúcida, finalmente, me parece la crítica de Espada al hipócrita rechazo –ese sí– de Patxi López al numerito de Endorrena: "después de haber intrigado en tierra, quiere ganarse el cielo". Lo que no comparto con Espada es que le parezca bien que Rajoy siga en el limbo.

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