Pro-vida, pro-choice
Las estadísticas muestran que cuando una madre se enfrenta con la palpitante realidad de que lo que lleva en su interior no es un absceso sino un ser vivo suele optar en un porcentaje elevadísimo por conservar a la criatura.
El tema del aborto resulta extraordinariamente delicado y ha hecho correr ríos de tinta en Estados Unidos desde que la sentencia Roe vs. Wade legalizó que pudiera practicarse en el territorio nacional. Durante años, se produjo una polarización entre los que defendían radicalmente el aborto como un derecho y los que lo consideraban un crimen que debía ser evitado a toda costa.
Ni qué decir tiene que con la jurisprudencia del Tribunal Supremo –y las legislaciones estatales que la siguieron– los pro-abortistas tenían ganada la batalla legal. Sin embargo, los norteamericanos son gente extraordinariamente práctica y no han tardado en dar con vías para respetar la legalidad y, al mismo tiempo, salvar millones de vidas.
La salida ha sido legislar para que la embarazada pueda saber a cabalidad el paso que está dando. Me explico. Nadie va a impedir a una mujer que desee abortar que lo haga, pero, previamente, se intenta que actúe así libre de presiones de padres o novios; que sepa que tiene otras alternativas como entregar al niño en adopción o conservarlo con ayudas públicas o privadas; que conozca las instancias a las que puede acudir –mayoritariamente evangélicas o católicas– o que sea consciente de que abortar no es algo tan trivial como quitarse un grano o depilarse las ingles.
La última medida en ese sentido la ha impulsado el gobernador de Texas Rick Perry. En unos días, las mujeres que deseen abortar podrán seguir haciéndolo, pero antes de dar ese paso deberán examinar un sonograma y escuchar una descripción del feto que tienen intención de abortar. Al mismo tiempo, se las informará de las alternativas y las ayudas para no hacerlo. Las estadísticas muestran que cuando una madre se enfrenta con la palpitante realidad de que lo que lleva en su interior no es un absceso sino un ser vivo y además se le da un tiempo mínimo para reflexionar suele optar en un porcentaje elevadísimo por conservar a la criatura.
Quizá para algunos no signifique mucho, pero este tipo de normas y reglamentos que pretenden que la embarazada disponga de una información que las feministas están empeñadas en negarle sumada a disposiciones como la que se aprobará en breve en Texas puede ser el camino para que se salven millones de vidas que ahora perecen, bajo la mirada complacida de la progresía, en esas picadoras de carne humana que son las clínicas abortistas.
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