Colabora
EDITORIAL

La insidia de Rubalcaba

ETA se ha debilitado más cuanto menor presencia ha tenido en las instituciones vascas. Permitir su presencia supone, por tanto, insuflarle el aire que necesita para respirar.

A la escandalosa decisión del Tribunal Constitucional de permitir a Bildu presentarse a las elecciones, tenemos que sumar las insidias del principal responsable de ese crimen, que no es otro que el vicepresidente y ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Quien fuera portavoz del Gobierno de los GAL se ha dado el gusto de darnos lecciones de justicia y democracia a los que hemos criticado la sentencia que quería el Gobierno, dudando precisamente de nuestro carácter democrático.

Efectivamente, como ha afirmado Rubalcaba, en nuestra democracia cada institución tiene su papel. El del Constitucional, después de la reforma de Felipe González, es el de convertirse en una cámara al servicio de los partidos que vista de ropaje jurídico las decisiones políticas que toma. Es cierto que no existe el Estado de Derecho perfecto, aquel en el que la justicia es completamente independiente de los demás poderes; ni siquiera los Estados Unidos, que se acercan notablemente a ese ideal, pueden presumir de un poder judicial completamente independiente. Pero resulta especialmente cínico que se ponga como ejemplo del buen funcionamiento de nuestro Estado de Derecho la institución más contaminada políticamente de nuestro ordenamiento jurídico.

Acatar una sentencia significa obedecerla, sin más. No parece que ningún partido, medio de comunicación ni organización social haya declarado su intención de emplear la fuerza para impedir que Bildu se presente a las elecciones municipales. Pero ser demócrata no significa callarse ante los abusos ni dejar de denunciar la corrupción, sea económica o moral, de nuestras instituciones y quienes las ocupan. Al contrario, es la obligación de todo ciudadano. Pero Rubalcaba, como buen socialista, lo que quiere es que seamos súbditos.

ETA se ha debilitado más cuanto menor presencia ha tenido en las instituciones vascas. Permitir su presencia supone, por tanto, insuflarle el aire que necesita para respirar. Las víctimas y quienes las apoyan ya han salido a las calles en estos últimos meses para denunciar el sabotaje activo que el Gobierno está llevando a cabo contra la definitiva derrota de ETA. Es hora de hacerlo una vez más. Esta infamia no puede salir gratis.

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario