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Ignacio Cosidó

Bombas y armas

Chacón no quiere implicarse directamente en los ataques. No es que se lo impidan las volubles convicciones pacifistas de la ministra, sino la ambición de hacerse con el poder dentro del PSOE.

Chacón parece mucho más preocupada por la batalla interna que mantiene en su partido que por el estancamiento de la guerra contra Gadafi. Lo último que quiere la ministra de Defensa es que un bombardeo destroce su carrera a las primarias socialistas. La intención de la ministra es que España participe en la guerra de Libia, pero sin disparar un solo tiro. Una cosa es que nuestros aviones abastezcan en vuelo a quienes vayan a bombardear, controlen los buques susceptibles de llevar armas a Gadafi o vigilen un espacio aéreo donde hace semanas que el tirano no puede hacer volar una mosca, y otra muy distinta es implicarse directamente en los ataques. No es que se lo impidan las volubles convicciones pacifistas de la ministra, sino la ambición de hacerse con el poder dentro del PSOE.

El primer problema para nuestra candidatable ministra de Defensa es que el amparo de Naciones Unidas para las nuevas misiones que realiza la OTAN en suelo Libio es cada vez más tenue. Así, la misión ha evolucionado de proteger a la población civil que estaba siendo masacrada por el dictador a tomar partido por uno de los bandos contendientes en una guerra civil. La misión ya no es garantizar una zona de exclusión aérea, sino destruir desde el aire las capacidades terrestres de las fuerzas leales a Gadafi. La misión ya no es hacer efectivo un embargo de armas a Libia, sino armar y entrenar a los opositores al régimen. No estoy en contra del cambio en la misión, pero pido al menos que el Gobierno lo reconozca y no siga amparándose en el cumplimiento de unas resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que no dan cobertura al derrocamiento de Gadafi, ni a la destrucción sistemática de sus fuerzas terrestres, ni al apoyo militar a la facción opositora. Nada de eso ha sido reconocido por Chacón, sino todo lo contrario.

El segundo problema para nuestra ambiciosa ministra es que la guerra contra Gadafi en Libia parece enquistarse, según reconoce el mando militar norteamericano. El Gobierno español ya hizo el ridículo siendo el único país participante en la coalición que estableció un plazo inicial de un mes para la operación. Y es muy probable que la ministra deba acudir pronto al Congreso a solicitar una nueva prórroga para el despliegue de nuestras fuerzas. Cada vez que Chacón viene al Parlamento solicita no sólo más tiempo, sino más medios y una ampliación de las tareas, incluyendo ahora el apoyo a posibles operaciones humanitarias. Cuanto más tiempo estén las fuerzas armadas españolas en el teatro de operaciones, incluso con la orden estricta de no disparar, mayor es el riesgo de que cualquier incidente ponga en riesgo las primarias de nuestra ministra.

El tercer inconveniente electoral de esta guerra es su coste. El presupuesto de las operaciones militares en el exterior se ha duplicado con el Gobierno Zapatero, pasando de los 381 millones gastados en 2004 a los 755 millones del último año. Con el coste añadido por las operaciones en Libia, esa cantidad se podría elevar en este ejercicio a cerca de mil millones de euros, un aumento del gasto militar difícil de justificar en un momento de grave crisis económica para un Gobierno de izquierdas que ha congelado pensiones, bajado el sueldo a los funcionarios y recortado subsidios de desempleo y todo tipo de gastos sociales. En estas circunstancias, la guerra en Libia puede convertirse en un serio contratiempo para las infinitas ansias de poder de Carme Chacón y las ambiciones políticas de nuestra ministra en un obstáculo para las operaciones militares que nuestras Fuerzas Armadas deben desarrollar en ese conflicto.

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