Este miércoles se juega la copa del Rey de fútbol. También en ese espacio espectacular se despliega la libertad política. Nadie puede ser ajeno a ese circo, excepto algún indocumentado que pretende hacer pasar por culta su incultura popular. El fútbol es cultura, independientemente de los manejos, negocios y utilizaciones ideológicas que se hagan de este deporte. El fútbol mueve, en efecto, pasiones; después de la Segunda Guerra Mundial, no ha existido ningún otro espectáculo de masas que pueda comparársele en dimensiones simbólicas y reales. Los futbolistas producen sanas envidias en los espectadores, y también pueden hacerse odiar, sobre todo si opina más allá de su especialidad, como es el caso de unas recientes declaraciones de un jugador del Barcelona.
Piqué, el jugador de fútbol del Barcelona, no se tiene por español ni siquiera cuando cobra su soldada por actuar como mercenario al servicio del equipo nacional de España. Tengo ganas de comentar una de las frases que se le atribuyen a este jugador de fútbol. Pretende reírse de sus compañeros de profesión. Son propias de un nacionalista. Pero, en verdad, ¿qué es un nacionalista? Alguien que de tanto amar su lugar de nacimiento, en este caso Barcelona y sus alrededores, termina odiando a quien no comparte ese elemental afecto. ¡Por qué llamar sentimiento a cosa tan primaria! Hay, por supuesto, versiones más duras del nacionalismo; por ejemplo, Eric Fromm, el famoso psicoanalista social, dijo que la conducta nacionalista siempre está atravesada por "el tabú del incesto con la tierra".
Los significados de esa expresión de Fromm son múltiples, pero todos ellos hacen mención a un excesivo apego al lugar de nacimiento. El nacionalista ama tanto la tierra que, en verdad, quiere copular con ella, como hacían, e incluso todavía practican, los individuos menos evolucionados de las tribus más primitivas. El nacionalismo es un "nuevo" salvajismo. He ahí la verdadera traducción al lenguaje de las urgencias vitales de ese "tabú del incesto con la tierra", que el nacionalista catalán, por desgracia, arrastra toda su vida sin poder desprenderse de esas duras cadenas. Piqué, el central de la selección española, que además juega en el Barcelona, ha intentado cachondearse de los jugadores del Real Madrid con estas palabras: "Os hemos ganado vuestra liga, españolitos"; pero, en realidad, más que reírse de sus compañeros de profesión, estaba manifestándose como un salvaje.
¿Salvaje? Sí, porque sólo se siente a gusto con lo más próximo, la tierra; salvaje, sí, porque desprecia al otro por no ser de su tierra. Pero en el caso de Piqué, es decir, de un representante del nacionalismo catalán es, además de miserable, ridículo, porque acaba siempre arremetiendo contra todo lo que le da vida. ¿Qué sería Piqué en particular, y el Fútbol Club Barcelona, en general, si no existiera la liga de fútbol española? Nada. Nada sería el Barcelona sin el Real Madrid. El ganador no puede existir sin el perdedor. Las palabras de desprecio dirigidas por Piqué hacia los jugadores del Real Madrid son la negación de la existencia del F. C. Barcelona.