Más aún que la economía, el aspecto en el que la política del Partido Popular siempre se ha mostrado superior a la del PSOE ha sido la política antiterrorista. Empezando por sus intenciones: a diferencia de los socialistas, que siempre se han dirigido a sus votantes con medias verdades, palabrería hueca y cambios constantes de rumbo y opinión, el PP siempre ha transmitido confianza sobre sus intenciones acerca de la banda. Detención de miembros, encarcelación, endurecimiento de penas, expulsión del espacio público y deslegitimación de sus totalitarios fines han sido la espina dorsal de la lucha antiterrorista de este partido.
Pese a las renuncias en política exterior, regeneración institucional o liberalización económicas que pregona el nefasto "liberalismo simpático" al que tanta influencia se le supone, nadie ha dudado hasta ahora de la firmeza de Rajoy ante ETA, y de la convicción en que en Génova 13 con el terrorismo de ETA no se juega, no se hace electoralismo y no se hace política. Porque se trata, a fin de cuentas, de la lucha en defensa de España y de las libertades de los españoles, lucha encarnada en las víctimas que física o moralmente, han dado la vida por todos. Y que exige una paz con vencedores y vencidos. Principios, vaya.
Por eso resulta comprensible el creciente desconcierto que ante el comportamiento de la dirección del PP crece entre afiliados, simpatizantes y votantes. Las últimas informaciones, que desvelan la connivencia de algunos responsables populares con las maniobras negociadoras del Gobierno con ETA, son de una gravedad extrema e inauditas en el partido. Porque descontando la connivencia ideológica, que es lo que mueve a Zapatero a negociar una y otra vez con ETA –según quedó nítidamente claro en su mitin del domingo en Durango–, la actitud de algunos responsables del PP sólo se explica en clave electoral y partidista, que explica que se esté oyendo en el PP una cosa y la contraria con igual convicción y al mismo tiempo, poniendo una vela a sus militantes y otra a los editorialistas de El País.
Estas actitudes no sólo desconciertan y espantan a su base social por transmitir mensajes contradictorios y medias verdades –justo la reprobable actitud socialista ante sus votantes–, sino que provoca que en los últimos meses el PP esté viendo erosionada su legitimidad como único partido capaz de vencer a ETA, mezclando y equiparando su brillante política antiterrorista entre 1996 y 2004, con los oscuros tratos que Rubalcaba y Zapatero llevan a cabo respecto a ETA.
Bien hizo Rajoy la semana pasada en recordar a los socialistas que a diferencia de ellos el Partido Popular nunca negoció con ETA. Pero haría mejor si recuperase la confianza ciega de sus votantes en la actitud del PP respecto a ETA, desautorizando unas actitudes de connivencia con el Gobierno que al margen de su reprobable aspecto moral afectan a uno de los pilares ideológicos y sociales del PP, el que le da cohesión además: la defensa de España y de los muertos por defenderla.
A ver si al final, por querer ganar unas elecciones, vamos a perder un partido.