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José García Domínguez

Rajoy o la abulia

Quién sabe, acaso lo serio, responsable y hasta patriótico consista en propiciar que un testaferro interino, como los reyes y los locos exonerado ya de cualquier responsabilidad por sus actos, dirija el país bajo la batuta del tapado del PSOE.

"Frivolidades las justas", parece ser que ha replicado el jefe de la muy leal oposición al oír la expresión moción de censura en boca de un periodista. Por lo visto, el imperativo categórico de alojar cuanto antes a un adulto en La Moncloa se le antoja jocosa fruslería a Don Mariano, apenas fútil chanza jaranera. Quién sabe, acaso lo serio, responsable y hasta patriótico consista en propiciar que un testaferro interino, como los reyes y los locos exonerado ya de cualquier responsabilidad por sus actos, dirija el país bajo la batuta del tapado del PSOE, genuino valido en la sombra.

Augurio más que cierto, ése, del retorno a las andadas de la demagogia populista con cargo a la rebaba del erario, algo que quizá el Partido Popular se pueda permitir pero España no. Que la tal moción habría de constituir "un brindis al sol", dicen que igual dijo el de Pontevedra. Sea como fuere, convite o ronda pagada a escote, la censura es la única vía al alcance de Rajoy para librar al país de un paréntesis errático como el que el Adolescente ha querido forzar. La única. Lo otro, andar con la cantinela de las elecciones anticipadas por redacciones y telediarios, toreo de salón siempre tan caro a Génova, eso sí es un homenaje a la luna de Valencia.

"La perdería", aseguran ha sido la última palabra, que no argumento, del aspirante a ese propósito. Craso error, si error fuera, que lo dudo. Y es que, llegado el momento, catalanistas, nacionalistas vascos y otras hierbas centrífugas, no se resistirían a abundar en un gran clásico español de todos los tiempos, a saber, el aserto que ordena: "al moro muerto, gran lanzada". Así las cosas, subordinada a la inmediata disolución de las Cortes, la enmienda a la totalidad contra el zapaterismo habría de disponer de sobradas papeletas para salir adelante. Es lástima, pues, que el gallego ansíe que el poder les sea donado en bandeja de plata, sin otra molestia ni mayor trámite por su parte que la preceptiva visita a Palacio. En fin, obedezca su quietud a medroso tacticismo, al pánico escénico o a la pura abulia, de aquí a doce meses nadie podrá hurtarle su particular cuota de responsabilidad en el siniestro.

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