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Emilio Campmany

¿Rehúso debido?

Huele a pacto de alternancia. ¿Por qué Aznar, que incumplió promesas como las de entregar los papeles del Cesid o reformar la Justicia, se atuvo estrictamente a la que hizo de ser presidente sólo ocho años?

Son muchos los analistas que nunca creyeron que Zapatero llegaría a hacer lo que ha hecho, rehusar un tercer intento. Había buenas razones para desconfiar. Son muchos los inútiles, que nada serían de no ser por el castellano-leonés, que insistirían en ese tercer intento por ver si podían seguir cuatro años más en el machito. Y por otra parte, a qué podría dedicar Zapatero mejor su tiempo que no fuera a ser presidente de Gobierno. Y, sin embargo, lo hizo. Tiró la toalla. Podía haberlo hecho de muchas maneras. Podía haber dimitido de la presidencia de Gobierno para dejar que otro socialista intentara mejorar su marca, que no le habría costado mucho. Podía haber convocado elecciones generales anticipadas para acabar de una vez con la agonía que está siendo esta legislatura desde al menos el mayo pasado. Pero ha preferido hacer lo mismo que Aznar, aguantar dos legislaturas completas y entregar el poder a quien gane al final de la segunda. ¿Es una mera casualidad?

Los que están en la pomada cuentan que José Bono ya sabía desde finales de 2007 que Zapatero no se presentaría a un tercer mandato. ¿Y cómo podía saberlo, digo yo? O Bono había escuchado lo que no era más que un desahogo durante una pájara del ánimo, sin valor alguno en cuanto éste se hubiera repuesto, o lo que conocía era la existencia de un compromiso, el de no presentarse una tercera vez. Puede que el compromiso fuera con el mismo Bono, a cambio de que no le enredara el partido, que es lo que estuvo haciendo durante toda la primera legislatura hasta que en el verano de 2007 se supo que sería presidente del Congreso si el PSOE ganaba las elecciones siguientes. Puede que Zapatero tomara, para sí y ante la Historia, la decisión de no concurrir a un tercer mandato tras convencerse de que ocho años son suficientes. Pero ni Bono parece tan fuerte como para que su apaciguamiento exija tan alto sacrificio, ni Zapatero alguien tan preocupado por el buen funcionamiento de nuestros usos constitucionales como para renunciar sólo por eso a La Moncloa.

Huele a pacto de alternancia. ¿Por qué Aznar, que incumplió promesas como las de entregar los papeles del Cesid o reformar la Justicia, se atuvo estrictamente a la que hizo de ser presidente sólo ocho años? ¿Por qué ahora Zapatero va hacer exactamente lo mismo? ¿Por qué a ninguno de los dos se le ha ocurrido entregar la presidencia al candidato de su partido unos meses antes de las elecciones y mejorar así las probabilidades de éxito? ¿Por qué Rajoy está tan seguro de que en 2012 será presidente? Tanto lo está que, a pesar de la relevancia del anuncio que Zapatero hizo el sábado, esta es la hora en la que escribo que no ha dicho ni mu a la prensa. Aquí hay gato encerrado.

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