La televisión basura reparte euros y compra exclusivas. El dinero se ha convertido en el reclamo, y la bazofia humana, en carnaza. De Gran Hermano a El juego de tu vida. Da lo mismo el concurso, si hay dinero está garantizado el morbo y la audiencia. Una ola de zafiedad lo inunda todo. Ante ella, las chicas que antaño se bajaban las bragas por una recomendación, casi son partituras románticas ante tanta vulgaridad. Sin pudor ni respeto por sí mismos, los concursantes arrastran sus intimidades por los platos y se juegan la honra por un puñado de euros. Nadie parece poner límites a la desmesura ni cordura a la lucha por las audiencias. Productores y periodistas, concursantes y publicistas, en el mismo lodo, todos manoseaos.
La bazofia es digerible si hay dinero por medio. Para todos. Hoy los jóvenes se entregan al becerro de oro como condición indispensable de cualquier esfuerzo. Vale, pues si es eso, si ha de ser a través del dinero, prostituyámonos, pero hagámoslo por fines que nos hagan mejores, más felices, más emprendedores, capaces de crear oportunidades productivas en una España que merma, mengua, incapaz de crear riqueza y trabajo. Si el secreto es el dinero, aprovechemos la televisión para realizar concursos dirigidos por emprendedores, diseñados por publicistas e inyectados de cifras descomunales.
España sufre un déficit histórico en economía productiva. No sólo es una cuestión de falta de capital, de fuentes de energías propias y de empresas productivas y no sólo de servicios, es sobre todo un déficit de emprendedores en un país donde el miedo al futuro y la angustia del presente nos retrotrae de nuevo a la mentalidad conformista del funcionario.
Si reciclamos residuos y desechos, ¿por qué no reciclar la televisión basura y convertir sus concursos en oportunidades para investigadores, jóvenes empresarios, inventores, o para cualquier español capaz de aportar riqueza a la sociedad?
Que no sea por falta de dinero. Euros hasta dejar sin aliento a los telespectadores. Si la sola presencia de cifras de vértigo atrapa al espectador al televisor, da lo mismo lo que se emita. Pues emitamos concursos capaces de descubrir el talento y a talentos, sus virus benefactores infectarán con la misma eficacia a la audiencia. Eso es lo que ganaremos.
Un concurso de jóvenes empresarios con proyectos viables capaces de ser llevados a la práctica. Dinero y el sueño de convertirlos en mercado. Un concurso de jóvenes inventores con capacidad para excitar la imaginación y espantar la pereza de las nuevas generaciones. Premio: dinero, mucho dinero y garantías para desarrollarlos en empresas solventes. Investigadores con ideas bien editadas para hacer del conocimiento bioquímico, informático, o de cualquiera otra parcela científica, una entretenida forma de acercar los misterios de la naturaleza a la gente corriente y una oportunidad de infectar la inteligencia colectiva de pasión por la ciencia aplicada. Y siempre dinero, que no fracase el concurso por falta de incentivos. Investigación, desarrollo e innovación recreados en la pantalla para convertirlos en cotidianos, casi familiares.
Seguramente los talentos que pudieran ser descubiertos por la televisión serían un detalle mínimo y edulcorado de la batalla que toda sociedad debe librar por sacar partido a la inteligencia colectiva y a su capacidad para crear riqueza. Con dinero, con mucho dinero. Al fin y al cabo, la fuente de toda nuestra capacidad de generar riqueza y bienestar no es el altruismo, sino el egoísmo. La flor de loto surge del fango.