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Emilio Campmany

En las cocinas del PSOE

Sencillamente no se ve como jefe de la oposición. En cambio, de presidente, sí que se ve, y cómo. Y hará cualquier cosa por serlo. Sin límites, sin óbices, sin cortapisas. Rajoy no debería olvidarlo.

A la vista de cómo se comporta Rubalcaba, podría decirse que ya se siente sucesor. Pero parece que se siente algo más que sucesor. Rajoy debería observarle bien, aprovechando que en el Congreso lo tiene delante de él. Rubalcaba más bien se está empezando a ver como presidente. Las encuestas pronostican un batacazo del PSOE con Rubalcaba o con quien sea. Y, sin embargo, al de Solares no paran de reírsele los huesos. ¿Qué le hace sentirse así? ¿Será que es un soñador, que está en las nubes, que vive despegado de la realidad?

Entre las características que distingue al candidato Rubalcaba (1951) de la candidata Chacón (1971) es que, mientras ésta puede asumir la derrota y sentarse a esperar ser presidenta en 2016 ó 2020, aquél no puede esperar tanto. O quizá pueda, pero desde luego no quiere. Si Zapatero y el PSOE le dan la oportunidad de ser presidente de Gobierno hará lo indecible por aprovecharla. Porque no habrá otra o porque él no querrá tener otra. Sencillamente no se ve como jefe de la oposición. En cambio, de presidente, sí que se ve, y cómo. Y hará cualquier cosa por serlo. Sin límites, sin óbices, sin cortapisas. Rajoy (1955) no debería olvidarlo. También para él es la última oportunidad. Si fracasa una tercera vez, vendrá Gallardón (1958) a hacerse cargo del partido, si Dios y Esperanza Aguirre no lo impiden.

Sin embargo, no está tan claro que Rubalcaba vaya a ser el candidato. Aceptemos, que es mucho aceptar, que Zapatero dirá el próximo día 2 que no volverá a ser candidato. Si Rubalcaba es finalmente ungido, el cántabro presionará para que el presidente dimita con el argumento, esencialmente correcto, de que estando a 16 puntos del PP en las encuestas, la única posibilidad que tiene de ganar es presentándose desde la presidencia. La Moncloa le dará horas de telediario en los medios, lo fotografiarán al lado de los líderes mundiales, podría apuntarse la leve mejoría que se espera experimentará la economía española antes de las elecciones, metería su sonrisa caballuna en todos los hogares españoles. Y el PSOE le apoyaría porque sus opciones de ganar crecerían.

Pero Zapatero no quiere tener que dimitir. Quiere agotar la legislatura, si es posible, y salir en todo caso por la puerta grande, tras unas elecciones en las que entregará el poder al que gane. La dimisión significaría corroborar y suscribir lo desastroso que ha sido su gestión. Chacón estaría más dispuesta a dejarle al frente del Gobierno hasta el final sabiendo que la derrota, entonces, sería casi segura. No le importaría porque con los cuarenta recién cumplidos puede perfectamente esperar un par de legislaturas a ser presidenta de Gobierno. De modo que es posible que, por una vez, tenga razón Anson y sea verdad que el plan de Zapatero es proponer a Rubalcaba para luego forzar unas primarias que espera que Chacón gane de calle.

Todo esto está muy bien. Pero, entonces ¿de qué se ríe Bono (1950)? El manchego lleva varias semanas, desde que se reunió con Zapatero en su despacho de presidente del Congreso, que no deja de sonreír ni cuando duerme. Se pasa el día con la cara de pascua como si acabaran de decirle que le ha tocado el Gordo o que será el próximo presidente del Gobierno. Quizá sepa que habrá primarias y quizá tenga la llave para ganarlas. Jó qué tropa.

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