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Carmelo Jordá

Por qué pagar por los ebooks

La clave está, como bien apuntaba el propio Silva, en ofrecernos todo eso a un precio que sea razonable y con el que el lector perciba que es más rentable comprar que piratear.

El razonamiento es claro, lo que no significa que sea correcto: nadie paga por aquello que puede tener gratis. Se trata del típico pensamiento intuitivo que tanto éxito tiene pero que tan mal se lleva con temáticas complejas como la economía; otro ejemplo puede ser aquello de que si unos tienen mucho y lo reparten con los que no tienen nada acabamos todos teniendo lo suficiente (Y ya sabemos por qué caminos nos llevan esas ideítas).

Centrándonos en el tema al que están dedicadas estas columnas, los libros electrónicos, el argumento con el que abro el artículo se utiliza para muchas cosas, especialmente para aterrorizarnos con el apocalíptico efecto que se supone que va a tener la piratería sobre el sector editorial si no publicamos unos libros cargados hasta los topes de prohibiciones y DRM y, sobre todo, si no perseguimos porra en ristre a esos malvados piratas de la red, más malos todos que el mismísimo Francis Drake.

Pero esa imposibilidad de pagar por lo gratis que parece tan cierta es en realidad una aproximación muy superficial al asunto y, como suele ocurrir, un análisis un poco más profundo hace que no se sostenga.

Hemos hablado ya en este rincón de las grandes diferencias tanto entre los aficionados a la música y a la literatura como entre los propios patrones de uso de los libros y las canciones: son tan abrumadoras que casi sonroja tener que repetirlas, pero la explicación final y obvia es que las comparaciones apocalípticas sobre un futuro de la industria editorial igual al de la musical no tienen sentido.

Además, si quieren una opinión más autorizada que la mía revisen la entrevista que le hicimos hace dos semanas a Lorenzo Silva en la que nos daba muchas razones para comprar ese libro electrónico que de forma aparentemente sencilla podemos tener "pirateado", si me permiten la expresión.

Básicamente se pueden resumir en varias palabras sencillas pero muy importantes para los consumidores de cualquier bien o servicio: comodidad, calidad, confort y, por qué no, cierta tranquilidad de conciencia o, si lo prefieren, la gratificante sensación de estar haciendo lo que uno debe.

La clave está, como bien apuntaba el propio Silva, en ofrecernos todo eso a un precio que sea razonable y con el que el lector perciba que es más rentable comprar que piratear, porque la rentabilidad no sólo se mide en función del dinero gastado o ahorrado sino que, por supuesto, también tiene mucho que ver con los problemas que evitamos y la satisfacción que obtenemos.

Y el mismo Lorenzo Silva se ha encargado de demostrarnos que es posible hacerlo, que se puede llegar a ese territorio en el que los intereses de todos confluyan en un producto rentable para sus creadores e interesante para los consumidores... aunque por ahí podamos encontrarlo más barato o incluso gratis.

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