Divara tiene razón con lo de la pureza de sangre. En España, cuando uno quiere expresar algo que el rebaño no aprueba, hay que precederlo con una afirmación que demuestre, sin lugar a dudas, que uno es tan borrego como los demás:
"Yo no soy españolista pero ....", ""Yo no soy facha pero ...", "Yo soy agnóstico pero...", "Yo no soy racista, pero ....", "Yo no soy machista, pero...."
Y así hasta el infinito. Tenemos que dejar claro que somos completamente igual que los otros. Si no, puede pasar la terrible desgracia de que los otros NOS MIREN MAL (lo que tememos más que a la muerte). Para evitar LA POSIBILIDAD de esa terrible desgracia, esconderemos nuestras ideas, repetiremos todos los tópicos y bajaremos la cabeza. ¿Para qué se necesita censura si nosotros mismos nos autocensuramos?
No hay héroes entre nosotros que den la vida por sus ideas. Somos un país de cobardes. Si nos da por rebelarnos, una mirada de desprecio o una descalificación ("facha", "racista") basta para ponernos en nuestro sitio y para que continuemos borreguilmente por el camino que otros han diseñado para nosotros.
Es por eso que nos resulta tan fácil dominarnos. Para conseguir que vayamos por un camino, basta con que el otro camino sea asociado con una de las palabras prohibidas ("fascista", etc) y huiremos de él como alma que lleva el diablo. Nunca los pastores lo tuvieron más fácil con un rebaño tan sumiso.
Bueno, más que ira eso es un caso de santa indignación.
Y yo me pregunto, si los profesores están para difundir cultura ¿quién cuida de los niños/adolescentes/futuros parados (pre-parados)? Igual ese es el problema, don Antonio. ¿A nadie se le ha ocurrido que hay que proteger de todo prejuicio y de cualquier medio de transmisión de estos, como los folletos a los jóvenes? Ojo, cuando digo proteger no me refiero a tenerlos aislados y mantenerlo en la ignorancia, sino a explicarles la maldad del mundo y sus múltiples formas, y que hay que cuestionarse el origen y el objetivo de todos y cada uno de los signos que llegan a los sentidos, especialmente si tales signos vienen de un humano. Yo no quiero que "crien" misántropos en los institutos, pero que tampoco salgan ingenuos o sectarios.
Desengáñese, señor Robles, pues muchos de sus «compañeros», mal llamados educadores, no son más que vulgares funcionarios de aduanas decimonónicos, en lo que a valores políticos-éticos se refiere.
Salud y siga removiendo conciencias, si es que encuentra alguna.
Muy acertada, la "charla" que le echó usted a su compañera. Pero eso no sólo pasa en Cataluña, yo creo que pasa en toda España. En cuanto algo va en contra de lo políticamente correcto establecido para cualquier ámbito, hay que demostrar la "pureza de sangre" de la que usted habla.
Por otra parte, la otra cara de la moneda tiene sus ventajas para los que no somos "sospechosos" de "ser fachas": que podemos decir lo que nos dé la gana y se toma como crítica constructiva venida de la izquierda. Yo no he votado a la izquierda en mi vida, pero debe haber algo en mi aspecto que me proporciona ese 'halo', ya de entrada. Y yo lo utilizo, claro.
Pero, vamos, que cuando lo que importa no es el argumento, sino quién lo respalde, es que estamos fatal...
No reaccionaste con ira contra la compañera ni contra sus palabras. Reaccionaste con rabia contra ti mismo, por haber tardado tanto en levantar la voz y decir "basta ya".
Enhorabuena. Nunca es tarde para empezar a hacer lo correcto.
En efecto: Uno de los problemas más graves del sistema educativo es que está en manos de progres, de profes que creen que la virtud está en la izquierda y eso es lo que transmiten a sus alumnos.
Es, naturalmente, especialmente grave pues se trata de un colectivo que, a las pruebas estadísticas de PISA me remito, no enseña a los niños y adolescentes a pensar, a razonar, a entender lo que oyen o leen, sino que les dirige y les envenena. Hablo, naturalmente, de porcentajes. Siempre hay justos en una sociedad de tantos pecadores y en un colectivo de tantos vendidos por nada.
Y si hablamos de maestros, la cosa es para echarse a temblar porque reprenden a los niños airadamente y les hacen sentir como si fueran nazis por el echo de hablar como en sus casas o de repetir argumentos familiares.
En Cataluña, imagino que también en otras comunidades bilingües, la cosa ya es como para enviar a todo el colectivo al siquiatra o de hacerles pasar nuevas pruebas de competencia intelectual e, incluso, de Competencias Básicas.
Hablo de un paño que, por desgracia, conozco muy bien.
La miseria moral del colectivo de enseñantes catalanes es, en líneas bastante generales, como para salir a la calle, en masa, para pedir el derecho a preparar a los chicos en las propias casas y que se examinen por libre. La incapacidad crítica del colectivo es increíble, a pesar de ser uno de los peor pagados de España.
Claro que, los estudios de magisterio y los universitarios son, desde hace bastantes años, de los que puede, como dice una maestra conocida mía, aprobar cualquiera.
Habría que cerrar las escuelas y fumigarlas con los enseñantes dentro; habría que obligarles a respetar a sus alumnos, habría que pedirles explicaciones por su falta de ética...
En la mayoría de los Claustros, las voces sensatas; es decir, discordantes, son una exigua minoría a la que siempre tratan de invalidar por españolista, fascista, pepera y ccositas así.
Hasta los gustos deportivos -ser del Madrid, por ejemplo- puede ocasionar el descrédito, la desautorización y el arrinconamiento o rechifla.
Así va creciendo esa inquina imbécil, ágrafa, y hasta emporrada, de los jóvenes catalanes; incluso los que son de familias castellanohablantes ( e incluso más).