Los recientes acontecimientos internacionales, tales como los terribles seísmos de Japón y sus fatales consecuencias, así como la guerra en Libia con estrategias de la OTAN, la ONU y la UE que parecen trazadas en la cafetería de alguna de sus numerosas sedes, hacen que el debate sucesorio en el seno de la casa de los socialistas quede reducido a minúsculos espacios en las portadas de los principales medios de comunicación. Ello a pesar de las salidas pepiñísticas del tipo "lo que importa es el caballo y no el jinete".
No así sucede, sin embargo, en los círculos privados, sean éstos empresariales, periodísticos, políticos o en cualquiera de las tertulias improvisadas en la intimidad de los hogares.
El Mundo, sin ir más lejos, ha puesto en marcha una especie de competición en forma de juego de sobremesa al hilo del símil ecuestre, y donde me consta que más de uno de los que no se encontraban inicialmente en el puesto de salida ha batallado por estar, aunque sea éste de ficción. Menudos son.
Pero más allá de lo que pueda acontecer en las filas socialistas, lo realmente preocupante es cómo todo este proceso afecta a la malherida estabilidad de España y a las decisiones que se están adoptando estos días, de dimensiones considerables. Y una servidora, a pesar de que siempre se mantuvo en la idea de que José Luis Rodríguez Zapatero se sigue gustando mucho a sí mismo y en cuya sucesión ha pensado bien poco, espera también ansiosa el supuesto anuncio que varios apuntan a que se producirá el próximo dos de abril. Hay que verlo.
En cuanto a los aparentes sucesores, es sabido en que en política, no porque aparezca un nombre mayor número de veces en los periódicos o resuene las veinticuatro horas del día en televisiones y emisoras de radio, tiene más posibilidades a la hora de materializarse. Hay algo muy básico que suele funcionar. Me refiero al menor número de enemigos que uno o una haya ido acumulando. Con lo que a mayor tiempo de militancia y supervivencia, el número de personas con las que probablemente hayas tenido roces o encontronazos, aumenta inexorablemente.
Lo reitero. Se trata de un mecanismo muy rudimentario y primitivo de análisis sucesorio, pero a la realidad me remito.
Los movimientos empezaron hace ya mucho, evidentemente. Algunos tremendamente cautelosos, no vaya a ser que el jefe decida no marcharse y haya dado un paso en falso. Otros, los más veteranos, no van. Ni se descartan, aunque los ases en la manga están ya descoloridos de tanta paciente espera. A pesar, por cierto, de que los suelen usar en repetidas ocasiones en partidas clandestinas. Hay alguno más descarado, más enérgico, más joven y con ganas pero que las aspiraciones tan evidentes les suelen jugar malos momentos a la hora de medir los tiempos.
Y luego están los supuestamente leales a la causa, que deben mostrar una cara, pero no desean inmolarse al lado de quien le nombró, que tampoco es para tanto.
Aunque nunca hay que perder de vista, jamás, a aquellos que parecen estar siempre en el momento justo y oportuno, a los que simulan estar al margen de este tipo de decisiones, a los que esconden sus ambiciones pero no hay escenario que les motive más, a los tradicionalmente denominados "terceras vías". Y si no, que se lo pregunten al mismísimo presidente, cuyo proceso de elección forma parte de este improvisado manual.
Seamos claros. La cuestión es que en mitad de una crisis económica cuyo horizonte de recuperación está todavía lejano y con las aguas mediterráneas calentitas cuyos escenarios geoestratégicos van a redefinirse en los próximos tiempos, algo que le sirve ahora a José Luís Rodríguez Zapatero para procurar lavar su imagen ante Estados Unidos y parte de la UE por el complejo acumulado gracias a sus actitudes pueriles e irresponsables adoptadas en el pasado, por citar tan sólo un par de motivos más sobresalientes, los señores y señoras que integran las filas del PSOE tienen ahora en mente tan sólo un asunto. Sobrevivir.
Y si don José Blanco escoge escenarios ecuestres, una servidora elige, como haría Artur Mas –simple casualidad por estar ambos bañados por el Mediterráneo– el ambiente marinero. Y mucho me temo que hay sobrepeso en la embarcación, donde se están agolpando en la proa para ver muy de cerca por dónde habrá que coger las olas y las patitas de todos los roedores se encuentran fuertemente agarradas a las cornamusas midiendo la distancia del francobordo para lanzarse en cualquier momento. Siempre los primeros, por supuesto.