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Carmelo Jordá

¿Me pone cuarto y mitad de Apocalipsis?

Éramos pocos, sí, pero teníamos razón: es miércoles, estamos vivos y el Apocalipsis no ha llegado ni a Fukushima ni al resto del mundo...

El terremoto de Japón nos ha enseñado muchas cosas, algunas realmente hermosas como la abnegación y nobleza de los nipones; otras importantes, como la extremadamente elevada seguridad que a día de hoy nos ofrece la energía nuclear; y, por último, también unas pocas más bien desagradables como los niveles de miseria moral y desvergüenza a los que pueden llegar las clases política y periodística en Occidente.

Y es que durante la pasada semana hemos asistido a un espectáculo de manipulación y amoralidad como en muy pocas ocasiones se ha visto, pero además lo hemos hecho sentados a la mesa con muchos miles de muertos, otros tantos desaparecidos y centenares de miles de personas que han perdido sus bienes, sus casas o a sus seres queridos.

Pero nosotros no podíamos ocuparnos de ellos, estábamos muy ocupados esperando que nos sirvieran un cuarto y mitad de Apocalipsis que nos permitiera conseguir más clics, vender más periódicos, perder menos votos, justificar políticas demagógicas o favorecer soterradamente intereses muy poco puros.

El mecanismo de acción –reacción– manipulación ha funcionado con una siniestra eficacia: los periódicos se hacían eco de rumores sin confirmar, exageraban los datos reales y nos vendían "ponderados" análisis de lobbistas; acto seguido y basándose en esos "hechos" los políticos anunciaban medidas demagógicas o hacían declaraciones deplorables que los periódicos reproducían dándoles la categoría de acontecimiento.

El Apocalipsis estaba servido... por gentileza de su periódico de cabecera.

Los periodistas españoles se han aplicado a esta tarea con una diligencia que no suelen exhibir para luchar por la libertad o defender a las víctimas, ya sean de una catástrofe natural, ya de un atentado terrorista, ya –y sobre todo– de alguna "guerrilla" comunistoide. Todos los trucos de la manipulación se han usado de forma grosera: los análisis de "expertos" interesados, la información exagerada o directamente manipulada, los rumores vendidos como hechos, incluso las mentiras flagrantes en no pocas ocasiones...

Hemos visto, por poner sólo uno ejemplo de muchos, cómo las informaciones sobre Fukushima se presentaban en las ediciones de "prestigiosas" cabeceras "de referencia" acompañadas de terribles imágenes de destrucción... ¡de otras zonas de Japón que nada tenían que ver con la central!

Los políticos se han subido a la gigantesca ola de demagogia con alegría de surferos, demostrando que no hay convicción que resista el miedo a perder apoyos, que no hay altura intelectual y moral para enfrentarse a una cuestión difícil dando las oportunas explicaciones, que no hay mentira con la que no se esté dispuesto a transigir con tal de no parecer antipático... Demostrando, en suma, que en lugar de líderes tenemos en el poder a simples lectores de encuestas.

Abro un paréntesis para decir que, para mi enorme sorpresa, el Gobierno español ha tenido en este caso y por primera vez en siete años la posición racional y mesurada que debería exigírsele en todo lo demás. Vivir para ver.

Pero incluso entre los que sabían lo que estaba ocurriendo ha habido miedo por defender la verdad ante el descomunal tamaño de la bola de nieve de la mentira, empresas que han prohibido a sus expertos explicarse en los medios, temor a significarse demasiado, evidentes esfuerzos por pasar silbando ante la cuestión.

Así que muy pocos periodistas, poquísimos medios y cuatro locos de Twitter, nos hemos enfrentado en una descomunal inferioridad de condiciones a la mentira globalizada.

Éramos pocos, sí, pero teníamos razón: es miércoles, estamos vivos y el Apocalipsis no ha llegado ni a Fukushima ni al resto del mundo... Quizá sí a algunas conciencias, aunque sinceramente no tengo muchas esperanzas.

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