Conforme con la banalidad del debate y del hecho de la sucesión de Zapatero, siempre que se excluya la posibilidad de que se suceda a sí mismo; porque, en este caso, saltaríamos de superfluo a altamente trascendente: tantas son las decisiones disparatadas que son perfectamente atribuibles al talante, la gestión y la mentalidad singular de este personaje, irrepetible sin salirse, incluso, del PSOE. Por otra parte, nunca he comprendido -me bastaban ver su figura, gesticulación y verbo- la ya caduca aceptación popular del liderazgo de Zapatero, especialmente en las mujeres, entre las que se decía que arrasaba -lo que me hace pensar que el sufragio femenino, por más que sea irreversible, fue un error histórico descomunal-. Pido a Dios que esta posibilidad desaparezca pronto y para siempre.
El problema es que Rajoy NO es una esperanza. A mí no me cabe la menor duda de que su quietismo no es una cuestión de una determinada estrategia de comunicación. Es el resultado simplemente de tener la cabeza vacía de ideas. Y si llega a ser presidente del gobierno, lo que sería bastante improbable en caso de que el PSOE presente a un candidato renovado y suelte el lastre de ZP, esa vaciedad mental e intelectual nos puede llevar a una situación incluso peor que la que tenemos