Gran artículo.
Se quiera o no, esos libros forman parte de la Historia, y han influido en mucha gente que ha tomado decisiones que han decidido el curso de ésta. No veo nada de malo en leerlos. ¿Por qué se supone que si leo un libro de Hitler me voy a convertir en alguien tan despreciable como él? Es como si no me dejan ver Supermán, por si me da por lanzarme a volar desde el 7º piso con una capa roja...
De hecho, creo que hay libros repugnantes, como la Historia de Euskadi de Sabino Arana, que deberían ser de obligada lectura para que los vascos nacionalistas se curaran de su mal. No hay cosa más carca y casposa que ese libro... Pero que no lo quemen, por favor!
Sería curiosos saber los titulos de esas 17 obras.
En el franquismo, que yo sepa. solo se ordenó quemar una novela de ciencia ficción: "Forastero en tierra extraña" , editada en una coleccion de bolsillo de tapas rojizas, cuyo nombre no recuerdo.
Posteriormente, se re-editó sin dificultad, pues la obra es mas bien plomo.
Ah! y las peliculas se cortaban o se prohibian. Pero se dió orden de quema para " La dolce vita". Su motivo fue que la importadora recurrió contra la prohibicion . Se matuvo esta, y se ordenó la quema de lo presentado...
Ignoro si llegó a haber pira, o "se dió por cumplida la orden", sin pira expresa.
Ese juzgado ha cometido una torpeza evidente. Ordenar la quema de libros alegando que son, o pueden ser, ofensivos para algunas personas, es meterse en un terreno muy pantanoso, ya que hay infinidad de libros (y otras publicaciones que no tienen forma de libro) que a este juzgado no se le ocurriría ordenar quemar, pero que cumplen ese requisito. El ejemplo de Sabino Arana, que ha puesto otro comentarista, me parece acertado. Por ese camino iríamos de cabeza al disparate. Si se establece un criterio, y no se cumple de manera imparcial, mal: por hipócrita. Si se establece, y se cumple a rajatabla, el humo cubriría el cielo durante semanas. Es fácil desarmar esos argumentos con una reducción al absurdo.
En cuanto al otro argumento, la defensa del genocidio, hay infinidad de títulos publicados durante el siglo XX que representan una justificación teórica e ideológica del mayor genocidio de todos los tiempos: el llevado a cabo por el marxismo-leninismo. Hay diarios de tirada nacional que ofrecen como suplemento obras de ideólogos y campeones del genocidio, como Lenin.
Por tanto, o todos, o ninguno. Mejor ninguno, por coherencia, ya que se supone que somos liberales, tolerantes con la libertad de expresión y todo eso. Los enemigos de la libertad también hacen uso de esa misma libertad para difundir su doctrina, sus puntos de vista y su versión de las cosas, pero es el peaje que debemos pagar para no acabar siendo como ellos y para no pecar de hipócritas. Contra sus palabras, tenemos las nuestras. ¿O es que no tenemos razones que enfrentar a las suyas? ¿Tan débiles son nuestras posiciones que hemos de recurrir al fuego?
Además, hay otro motivo para no quemar obras que nos disgustan. Son la prueba de sí mismas. Si alguien tuviera dudas sobre la coherencia de los crímenes del nacionalsocialismo o del comunismo con su propia doctrina, no tiene más que acudir a los textos que muestran esa coherencia. De no existir esos textos, por haber sido quemados, los herederos o nostálgicos de esas ideologías podrían alegar que esas maldades, crímenes e injusticias eran desviaciones. De hecho, eso ya sucede. El mal sería mayor si no existiera la posibilidad de poner a los falsarios frente a esos textos, para demostrarles que el crimen ya estaba implícito en la letra.