Mas president, Catalunya independent
Lo que en verdad pretende el catalanismo canónico no es la independencia sino el independentismo, esa pose retórica tan útil para que la secesión efectiva no se llegue a verificar nunca.
Feliz esquizofrenia la de Artur Mas y su igual Duran Lleida. Así, hechos unos hombrecitos altivos, gallardos y altaneros, todos sus concejales en el Ayuntamiento de Barcelona, con los píos democristianos de Unió a la cabeza, vienen de anunciar su adhesión inquebrantable al enésimo simulacro de autodeterminación pedánea. Jocosa comedia bufa que se representará en la capital de la provincia un día de estos. Al tiempo, y sin el menor asomo de pudor, los máximos dirigentes de CiU andan inmersos en frenéticas gestiones a fin de impedir que el Parlamento doméstico proclame la independencia de Cataluña. Tragicómica eventualidad que, gracias a una moción del errático Laporta, habrá de ser sometida a consideración del pleno de la Cámara coincidiendo con la referida performance secesionista en calles y plazas.
Átenme esa mosca por el rabo. Se ve que al devoto Duran Lleida le ocurre lo mismo que confesara Agustín de Hipona en memorable sentencia: "Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos por completo". Una patología, la del síndrome soberanista bipolar, muy común a este lado del Ebro por lo demás. Y es que, como alguna otra vez se ha referido aquí mismo, lo que en verdad pretende el catalanismo canónico no es la independencia sino el independentismo, esa pose retórica tan útil para que la secesión efectiva no se llegue a verificar nunca. Mucho mejor que nadie lo saben ellos: una Cataluña escindida supondría su ruina.
Que por algo cierta fatalidad estadística nada baladí, a saber, 56 céntimos de cada euro que entra en la demarcación fruto de las exportaciones proceden del malhadado Estat espanyol. Como en simétrica desventura acontece con el 44 por ciento de las importaciones. Constatada tal evidencia, y desde el estricto territorio de la lógica, no habría reparo que objetar a esos ensayos suicidas. Siempre y cuando, claro, la pregunta de la papeleta se compadeciese con la siguiente obviedad fáctica: "¿Está usted dispuesto a que Cataluña resulte expulsada en el acto de la Unión Europea, excluida del recurso al euro y martirizado su comercio exterior con un sinfín de aranceles y contingentes lacerantes, amén de ver repatriadas a las innúmeras empresas de la Metrópolis sitas en su territorio, todo ello por mor de san Pombeu Fabra?". Responda, indómito edil.
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