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José García Domínguez

Más sociedad, menos Gobierno

Eslogan aparente y engañoso, urge añadir. Porque en buena lógica cartesiana, a más sociedad solo podría corresponder menos –que no mejor– Gobierno. Pero, ¡quia!, hasta ahí podríamos llegar.

Intercambiables como suelen, igual Zapatero que Rajoy han aprovechado los reglamentarios treinta segundos de gloria en el telediario del domingo para anunciar su muy hondo afán de modernizar la sociedad española. Y es que los españoles nunca lucimos lo bastante modernos a ojos de nuestra clase rectora. No hay nada que hacer. Tanto da que nos gastemos fortunas comprando tejanos raídos, corbatas absurdas, camisas asimétricas de improbables estampados o los ultimísimos chuches tecnológicos de Apple: siempre les pareceremos unos antiguos. Es más, desde que Rimbaud ordenara aquello de que "hay que ser absolutamente moderno", yo no recuerdo a nadie tan pesadito con la cantinela de la modernez. Aunque, ya puestos, podrían comenzar por modernizarse ellos, los partidos. A fin de cuentas, si algo delata a la modernidad es la efectiva emancipación de la sociedad civil con relación a la tutela dizque paternal del Estado.

"Más sociedad, mejor Gobierno", reza a ese aparente propósito el eslogan del Partido Popular cara a autonómicas y municipales. Aparente y engañoso, urge añadir. Porque en buena lógica cartesiana, a más sociedad solo podría corresponder menos –que no mejor– Gobierno. Pero, ¡quia!, hasta ahí podríamos llegar. "Más de lo mismo", debieran aclarar y la cosa se entendería mucho mejor. Al respecto, es sabido que nada hay más antiguo que un periódico de ayer ni nada más moderno que un poema de Homero. De ahí que si don Mariano se quiere moderno, moderno de verdad, lo mejor que puede hacer es exhumar los restos de Montesquieu cuanto antes. Por la vía de urgencia. Ahora mismo.

Y, de paso, acabar con el gemido hipócrita de su coro de plañideras y el impostado llanto por la virginidad perdida de jueces y fiscales. Siempre, claro está, que eso de la división de poderes no le suene también a rancia antigua carca. Luego, asentada la premisa mayor, quizá procedería empezar a imaginar una res publica donde los partidos no nombrasen desde el gerente del Orfeón Donostiarra hasta el último bedel del Excelentísimo Ayuntamiento de Cornellà del Llobregat. Antiquísimo vicio de los modernizadores, ése de patrimonializar el Estado y chulear a la sociedad, que nos retrotrae a la Restauración, tan moderna ella. Más sociedad, menos Gobierno. ¿Acaso no existirá absolutamente nadie en la derecha capaz de susurrarlo?

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