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Emilio Campmany

Sea lo que otros digan

Los españoles queremos ser justos y benéficos, y como no sabemos cómo, queremos que alguien de fuera revestido de cándido izquierdismo nos lo diga.

Es asombroso cómo los españoles, de cualquier ideología, nos apuntamos a las tonterías de la izquierda cuando se trata de defender los derechos humanos fuera. Una encuesta publicada por El País pone de relieve que, en relación con una hipotética intervención en Libia, los votantes del PP y del PSOE opinan casi de la misma manera. A la primera pregunta de si España debería apoyar una intervención militar en Libia, la mayoría, igual da que hayan votado al PSOE o al PP, cree que sólo debería hacerlo si ha sido propuesta por la UE y la OTAN. También se muestran contrarios ambos electorados a que Estados Unidos utilice bases españolas si decide intervenir unilateralmente (64% de votantes del PSOE y 43% de votantes del PP). Pero la mayoría de electores de ambos partidos está dispuesta a permitirlo si la intervención ha sido autorizada por la ONU.

La conclusión es que los españoles, con independencia de que votemos a socialistas o a populares, sólo favorecemos la intervención si la respaldan la UE, la OTAN o la ONU. Y esto, con perdón para mis compatriotas, es una solemne tontería.

La UE no es una organización internacional dedicada a promover la defensa de los derechos humanos en el mundo. Es una entidad regional donde cada país defiende lo suyo. Apenas tiene competencias en materia de seguridad y defensa. Si llega a decidir algo, será el resultado de la combinación de intereses de todos los miembros del club.

La OTAN es una alianza militar en la que sus miembros, incluidos nosotros, estamos comprometidos a ayudarnos mutuamente en el caso de que uno de ellos sea agredido por un tercero. Es verdad que fue la que intervino en la antigua Yugoslavia por razones humanitarias, pero lo hizo porque era de interés para sus miembros europeos mantener la paz en el continente y porque Rusia vetó cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pudiera perjudicar a Serbia. Cualquier cosa que decida la OTAN, en esto de Libia o en cualquier otro ámbito, será lo que los intereses comunes de sus miembros aconsejen.

La ONU decide en materia de uso de la fuerza a través de su Consejo de Seguridad, donde Rusia y China gozan de un derecho de veto que emplearán con toda probabilidad para evitar una resolución que autorice una intervención para defender a unos sublevados por razones humanitarias, no vaya a ser que se cree un precedente que un día pueda volverse contra ellas. No habrá autorización mientras Rusia y sobre todo China tengan derecho a vetarla.

Los españoles deberíamos ser capaces de decidir por nuestra cuenta si estamos dispuestos a defender una incipiente e incierta democratización de Libia con medios militares, siquiera limitados (decretando por ejemplo una exclusión del espacio aéreo) o si preferimos apuntarnos al principio de no injerencia y que allá se las apañen los libios. Si nos gusta lo primero, deberíamos respaldar a cualquiera que se decidiera a hacerlo, y defenderlo en los foros internacionales. Si preferimos lo segundo, deberíamos oponernos, digan lo que digan la UE, la OTAN o la ONU. En cambio, queremos ser justos y benéficos, y como no sabemos cómo, queremos que alguien de fuera revestido de cándido izquierdismo nos lo diga. Es natural que a los socialistas les atraiga este planteamiento, pero que éste sea también el de los electores del Partido Popular es extraordinariamente inquietante.

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