No todos te odian Qadafi
Gracias a Obama y a la casi totalidad de las peores dictaduras del globo, resulta que el coronel Qadafi no sólo va a tener quien le escriba sino incluso quien lo alabe.
Ahora que todos parecen reconocer que Libia sufría una dictadura repulsiva, ahora que los rebeldes se acercan peligrosamente a Trípoli y ahora que las Naciones Unidas se preparan para condenar a Muammar al-Qadafi de la manera más decorosa posible, resulta que no todos lo odian. A decir verdad, algunos lo estiman profundamente. Nada más y nada menos que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU está a punto de adoptar un informe que rezuma alabanzas al régimen libio por su respeto de los Derechos Humanos.
El borrador alaba el sistema educativo de Qadafi, el que haya convertido en "prioridad" los derechos humanos y el que haya mejorado el entramado "constitucional". Por añadidura, se considera que Qadafi ha proporcionado a sus ciudadanos –los mismos a los que está matando por millares– una protección legal más que notable. Seguramente, el episodio resulta menos sorprendente cuando se tiene en cuenta que entre los miembros del citado Comité de Derechos Humanos están naciones como Irán, Cuba, Sudán, Venezuela, Egipto, Omán, Corea del Norte y Arabia Saudí, todas ellas, como es sabido, famosas por su limpieza democrática en la defensa de los derechos fundamentales.
Naturalmente, los Estados Unidos han puesto el grito en el cielo señalando que la aprobación de un documento así sería un escándalo y proponiendo que se cancele o se posponga. Sin embargo, en el pasado mes de enero, la ONU indicó que en la presente sesión del Comité de Derechos Humanos –del que Libia fue miembro hasta el año pasado– debía aprobarse ese informe. En otras palabras, antes de marzo, el Comité va a señalarnos lo admirables que han sido los avances de Qadafi.
La pregunta que se impone es cómo es posible que hayamos llegado hasta este punto. Parte de la respuesta está en que el documento se concluyó el noviembre del año pasado antes de que la gente se lanzara a la calle a protestar contra el dictador libio. Sin embargo, las razones son más profundas y graves. La primera es que el presidente Obama levantó el boicot a que tenía sometido Bush –con sobradas razones, entre ellas, sus prejuicios anti-israelíes– al citado comité. Lo que al republicano le parecía una burla, a Obama le ha resultado tolerable y uno de los frutos ha sido que el régimen libio va a ser objeto de loas precisamente cuando se encuentra recibiendo golpes de consideración.
La segunda causa es que, como sucede con otros organismos de la ONU, las naciones que adoptan decisiones no cuentan, ni lejanamente, con regímenes tolerables. Comparada con Cuba y Corea del Norte, Libia no mataba de hambre a sus ciudadanos; comparada con Sudán, no estaba dedicada al genocidio de cristianos; o comparada con Arabia Saudí, había dejado de patrocinar grupos terroristas. Pero, a pesar de todo, el carácter dictatorial del régimen resultaba innegable. Al final, gracias a Obama y a la casi totalidad de las peores dictaduras del globo, resulta que el coronel Qadafi no sólo va a tener quien le escriba sino incluso quien lo alabe.
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