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Obama el indolente

Hay que apoyar a las personas individuales en contra de los regímenes que los oprimen y los matan. Creíamos que iba de suyo, pero parece que no.

Los que viven en tiranía y desesperación pueden saber que los Estados Unidos no (...) excusarán a sus opresores. Cuando defiendan la libertad, la defenderemos con ustedes. Los reformistas democráticos que se enfrentan a la represión, la prisión o el exilio pueden saber algo: América os ve como lo que sois, los futuros líderes de vuestro país libre.

Esto lo dijo Bush, porque Obama es otra cosa. Así, cuando el otro día uno de los hijos de Gadafi afirmó que el régimen "lucharía" contra su población "hasta la última bala", un funcionario del departamento de Estado reaccionó asegurando que los Estados Unidos estaban "analizando el discurso de Saif al-Islam Gadafi, para ver las posibilidades que contenía de una reforma significativa". En serio, no les engañamos.

El presidente americano aseguró en 2009 en El Cairo que "ningún sistema puede o debe ser impuesto por una nación sobre otra". Ha ido, en Libia, un paso más allá: ni sugerido, ni defendido, ni mencionado. Esta indolencia en el ejercicio de la influencia americana hará que ésta la ejerzan otros, como los islamistas. Puede traer consecuencias desastrosas en la zona más delicada del mundo, en que América tiene intereses, y nosotros, frontera.

 
A pesar de, o más bien debido a, las legítimas preocupaciones acerca de lo que haya de venir después, la cosa es francamente inexplicable. No es sólo que en la situación actual a Gadafi le abandonan sus diplomáticos, sus ministros o soldados, sino que junto con Bin Laden y Hezbolá es quien mayor sangre ha derramado con el terrorismo que Occidente está combatiendo en Afganistán y, en menor medida, por haberlo ya vencido, en Irak. De hecho, uno de los éxitos de la invasión de Irak –la diferencia entreSadam ajusticiado por los iraquíes yGaddafi disparandoa los libios–, fue la reacción de este de detener su programa atómico. Es decir que, si no fuera por Bush, el caos sería aún más grave, con armas nucleares en juego. Hasta entonces Gadafi había asesinado americanos en Londres, Berlín occidental y, por supuesto, en Lockerbie, Escocia, donde mató a 270 personas haciendo explotar un vuelo de Pan Am. Uno de los autores directos de este atentado fue liberado hace dos años por razones "humanitarias" de una cárcel británica. Está hoy más vivo que los miles de víctimas de la represión de Gadafi.

¿Es una declaración de condena por parte del líder del mundo libre pedir mucho? ¿Ayuda humanitaria, impedir la llegada de mercenarios del sur, levantar el bloqueo de las comunicaciones, involucrar a la ONU? Tampoco.

Ante las revueltas en Oriente Medio, cualquiera ve que el genio ha salido de la botella y que no es posible regresar al momento en que nosotros escribimos, citando a Kennedy, que había tres posibilidades: la democracia, la continuidad de regímenes reformados o la dictadura islamista, y que, siendo deseable la primera, si no se podía evitar la tercera, más valía quedarse con la segunda. La que parece seguirse de momento en Túnez y Egipto. A estas alturas, sin embargo, en lugar de seguir improvisando y ya que no hay vuelta atrás, Obama tiene dos deberes. Hablar con claridad a favor de la democracia. Si no quiere seguir la estela de Kennedy, Truman, Wilson, FDR o Bush, no hace falta. Explique, con sus propias palabras, como en el cole, la revista de Harvard, o la comunidad de vecinos, por qué es mejor la democracia que la tiranía. Y segundo, apoyar a las personas individuales en contra de los regímenes que los oprimen y los matan. Creíamos que iba de suyo, pero parece que no.

Por último, en lugar de temer qué nos va a pasar, discurrir sobre qué podemos hacer. Obama haría bien en orientar estos países hacia la democracia apoyando a las fuerzas más moderadas y liberales en contra, explícitamente, de las represivas o islamistas –con las que estamos en guerra en esas mismas latitudes– y en elaborar, de una vez, una estrategia coherente.

Obama, haz algo. Ya.

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