El honor y la vanidad
La palabra honor en la boca de Griñán, sin ánimo de ofender a la persona, suena a cachondeo. Pero, sobre todo, es la mayor muestra de petulancia de un político socialista al que apenas le queda suelo donde afirmar un mínimo proyecto.
Hay que ser muy petulante para utilizar la palabra "honor" sin pudor alguno; Griñán ha tenido voluntad de insultar a Javier Arenas en particular, y a los otros grupos políticos que han pedido una Comisión para investigar el fraude de los 44 ERES financiados por la Junta de Andalucía, al decir: "Que quienes piden comisiones de investigación no saben qué es el honor". Insolencia, arrogancia y descaro hay en las palabras que Griñán ha dirigido a Javier Arenas, porque éste le ha afeado la conducta al no permitir una comisión en el parlamento regional para que investigue, seguramente, uno de los mayores escándalos de corrupción moral, política, económica de toda la etapa democrática: la irregularidad de los ERE que ha financiado la Junta de Andalucía.
Arenas, según Griñán, nunca llegará a la Presidencia de la Junta de Andalucía, porque no es capaz de valorar el honor de los demás. ¿Qué entenderá Griñán por honor? Sospecho lo peor. Es una palabra vacía para esconder algo imposible, en mi opinión, de esconder: uno de los fraudes más serios que se han llevado a cabo en España por parte de una administración autonómica. Prejubilar, jubilar y, en fin, ofrecer todo tipo de prebendas a gentes, especialmente políticos, que no han trabajado jamás en las empresas sometidas a ERE, es algo peor que un fraude. Es un asesinato de guante blanco de la sociedad civil en general y de los trabajadores en general. Por cierto, ¿dónde están los sindicatos en este tortuoso asunto?
La palabra honor en la boca de Griñán, sin ánimo de ofender a la persona, suena a cachondeo. Pero, sobre todo, es la mayor muestra de petulancia de un político socialista al que apenas le queda suelo donde afirmar un mínimo proyecto para las próximas elecciones. Petulante, sí, es Griñán, pero también un hombre terriblemente vanidoso. El engreído, el que vive satisfecho de su grandeza, en efecto, recurre a mil subterfugios para curar cualquier quiebra que se produzca en los muros que lo rodean y, sobre todo, lo aíslan de la realidad. Pues que hay que estar muy fuera de la realidad, de la basura creada por la Junta de Andalucía, para utilizar la palabra honor a favor de quienes destruyeron hace tiempo toda la dignidad que contenía esta palabra.
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