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Cristina Losada

Humo y hierbas del 68

El neopuritanismo en boga, con su selectiva intolerancia, le va como anillo al dedo a ese autoritario que el ungido lleva dentro. De aquellos "prohibido prohibir" han venido estos "todo prohibido".

Tiene guasa que los parvenus al sesentayochismo se hayan cargado el espíritu del 68, pero así es y así parece. Qué mayor símbolo de ese parricidio que la amenaza de multa al musical Hair a cuenta de que se fuman unas buenas hierbas en escena. Se meten con Hair, nada menos. Una obra que, junto a Oh! Calcutta!, Jesucristo Superstar o el Rocky Horror Picture Show, representa y revive de inmediato, sólo con nombrarla, aquella época desordenada que luego hemos padecido como mito. Y mitificada, en especial, por quienes ahora blanden las tijeras de la censura, sea para proceder a la castración de unos porros de mentira o retirar anuncios de ropa interior femenina. Nada respetan, ni libertad artística ni, por supuesto, libertad individual. Cómo van a respetarla, si es la madre de todos los vicios.

Encabezado por lustrosas ñoñas, tenemos en faena al negro batallón que en la comedia de Ibánez Serrador actuaba bajo el nombre de Liga Femenina contra la Frivolidad. Cualquier día, vestirán a la Maja desnuda. Ya sucedió al otro lado del charco. Pero que le quiten el humo a Hair no ha ocurrido ni allí donde se aplican leyes anti-tabaco severas. Y es que a Pajín y compañía les pasa como al nuevo rico. Han de demostrar que son lo que no son, sobreactúan, se exceden en la imitación y el resultado es el ridículo. Alega esa ministra que el teatro es un lugar de trabajo y no cabe excepción. Reduce, así, el espacio de la obra dramática a la prosaica condición de oficina, a un lugar corriente y moliente, lejos del fuego sagrado del arte. Aunque bien les está a quienes tanto insistieron en proletarizarse como "trabajadores de la cultura". Lo cual nos lleva al cine: ¿se prohibirá fumar en las películas? Hable, Leire.

El conflicto de intereses entre fumadores y no fumadores se podía resolver con sentido común y, en los bares, con buena ventilación. Pero el Gobierno prefirió sumarse a la histeria rigorista y aun añadirle. El neopuritanismo en boga, con su selectiva intolerancia, le va como anillo al dedo a ese autoritario que el ungido lleva dentro. Cierto, de aquellos "prohibido prohibir" han venido estos "todo prohibido", al fosilizarse la heterodoxia y el antiautoritarismo en sus contrarios. Pero ese grupo generacional que aquí se ha elevado a ministerios y poltronas sabe de aquello lo que haya visto en los tebeos. Su intolerancia, rigidez e intransigencia vienen de fábrica. Pobre gente sin mundo que quiere presumir de referencias. Qué 68. Sólo son paletos.

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